Yolanda E. Arellano Carvajal | Memorias de exilio

Yolanda E. Arellano Carvajal | Luxemburgo



TRANSMISIÓN DE LA MEMORIA, ¿EN QUÉ IDIOMA LE HABLA A SUS HIJOS Y SUS NIETOS?

 

SER CIUDADANA DE LUXEMBURGO

Me decidí a escribir mi experiencia porque si no se le cuento a nadie lo que he pensado todos estos años se quedaran guardados como un secreto.

Vivo en el Gran Ducado de Luxemburgo desde el jueves 24 de marzo 1977, después de haber tenido que partir al exilio de Chile y escapar de Argentina por causa del golpe militar del 24 de marzo de 1976. De mis 40 años de vida fuera de Chile, ya no me defino como exiliada chilena porque llega un momento que uno deja de serlo. El famoso término del exilio dorado no es verdad, lo que sí puedo decir que cada uno de nosotros pudo contribuir a crear su propia vida agradable con comodidades y llegar a tener un buen/agradable vivir. Hemos aprendido a integrarnos hemos adquirido significativos y diversos niveles, nuestras referencias se han multiplicado, nos hemos enriquecidos. La lucha para no olvidar el idioma, seguir leyendo en castellano, mantener la cultura adquirida y volver a leer y leer… para no olvidar.

….en parte de un proceso de búsqueda de paz interior, frente a recuerdos reprimidos, que pugnan por emerger. Intentando, que su memoria cese de traer el dolor del desarraigo, la no pertenencia y la fragmentación familiar, con su consecuente soledad. Aunar las fibras, entrecruzar, recomponiendo los fragmentos del olvido.

Entre memorias y olvidos, mi relato, va creando nuevas versiones biográficas del duelo vivido, las culpas experimentadas entre idas y venidas entre Europa y Chile. Retornos, sentimientos de inadecuación hasta recuperar autonomía y sobretodo autoconfianza. Sentirse culpable por lo que pudo hacer y no hizo, duelo, por los que se quedaron y que ya no están e inadecuación por la mantenida y quizás equívocas ideas de ciertos ideales. En Europa todos creo, sufrimos transformaciones identitarias profundas.

Nuestra madre el hecho de haber vivido situaciones de riesgo extremo por sus hijos y esposo, descubrió facetas no exploradas de su identidad, venció prejuicios y estereotipos, el trabajar, aprender otro idioma la cambió para siempre. El contacto con la nueva cultura del país de acogida, la llevó a sentirse comprendida y luchó por (re)crear nuestro hogar nuestro Chile. Nuestra casa familiar no era solo la casa familiar sino que también lo que nos quedaba de chilenos, hablábamos castellano, cocinaba chileno, cantábamos, enseñamos a muchos amigos a hablar el castellano, les contamos nuestra vida chilena. Mis padres hicieron de nuestro hogar, nuestro Chile, nos ayudaron aunque no siempre nosotros sus hijos entendíamos el mensaje, nos ayudaron a afirmar nuestra identidad y así pudimos sentar la nueva que se encontraba ahí del otro lado de la puerta de casa. En este proceso que (ahora lo entiendo), mis padres contribuyeron al sentimiento de pertenencia de identidad y cultural, a pesar del desarraigo y que a pesar que todo había cambiado alrededor nuestro nosotros seguíamos vivos.

La memoria se convirtió en nuestra identidad y estábamos listos para empezar a vivir lejos de Chile, pero en nuestro Chile, ese que llevábamos en nosotros.

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