Yolanda E. Arellano Carvajal | Memorias de exilio

Yolanda E. Arellano Carvajal | Luxemburgo



SI HA VUELTO A CHILE, ¿CUÁL ES SU IMPRESIÓN DEL PAÍS?

Visitando Chile

Duro fue el saber que para una parte de los chilenos recuerdan el 11 de septiembre de 1973 como algo positivo, una salvación de un país en caos, o que lo justifican como que fue una guerra necesaria. Con todas esas memorias uno se enfrenta con el Chile de hoy y no es fácil, nosotros somos la otra cara de la moneda.

RESISTENCIA

Así como la dictadura nos mostró el rostro más horrible de la maldad humana, nosotros en tierras lejanas nos descubrimos más profundos, más verdaderos, más universales, más soñadores, intentando encontrar sentido a nuestra nueva vida.

En el seno de mi familia hicimos resistencia, primero con nuestro propio testimonio, testigos directos de dos golpes de estado, el chileno y el argentino. Se hicieron artículos en la prensa local luxemburguesa y regional sobre nosotros, se hicieron libros, estudios de sociólogos hicieron sus memorias con nuestra historia.

Nosotros lo hicimos también con nuestras publicaciones, con libros testimonios y poemas escritos por mi padre, con sus poemas hechos canciones que nosotros sus hijos y amigos europeos cantamos y bailamos por Europa, nos convertimos en embajadores sin pretensiones.

Militamos en partidos políticos del país de acogida y hoy estoy convencida que fue una muy buena decisión. La participación política nos hizo nuevamente ciudadanos, el reencuentro con valores universales, libertad, democracia, derecho a voto, manifestaciones, en fin existir y compartir y el derecho a la palabra.

Comprendí que estaba vigente todo por lo que mi familia había luchado en Chile. Comprendí que para ser feliz no era necesario vivir en Chile y ser solamente chilena, comprendí que mi identidad no me impedía ser feliz con otro pasaporte. Comprendí que yo no había traicionado a nadie. Entonces me puse en marcha y anduve por los caminos que Europa me ofrecía.

Desde mis 58 años miro a la jovencita que llegó de América Latina exiliada a Luxemburgo, Europa y me digo como decía el poeta Machado “caminante no hay camino se hace camino al andar……” ahora me toca otra etapa, la del desexilio como lo dijo Mario Benedetti y me traerá encuentros, cruces de caminos y seguro muchos desencuentros… En los primeros años el deseo del retorno era fuerte. Como expulsados era imposible y además ¿para hacer qué?, nos habían destruido todo. Entonces cada día la sensación de desarraigo se iba disipando y encontraba mil razones para empezar una nueva vida en Europa.

Para mis padres tenían que volver a empezar y para nosotros sus hijos, empezar a trabajar y quizás continuar a estudiar.

EL DESEXILIO

Leyendo a Mario Benedetti descubrí una palabra que me ayudaría a darle nombre y ayudarme a definir el posible y complicado retorno. El sentimiento que causa el retorno Mario Benedetti la usó en su novela “Primavera con una esquina rota”, de 1982 Según supe la palabra “desexilio” fue inventada por de los exiliados de los países del Cono Sur en los años 80. El desexilio puede ser tan duro como el exilio. La diferencia reside en que mientras que la decisión del exilio no fue voluntaria sino impuesta, la del desexilio es de nuestra exclusiva responsabilidad.

Cuando a fines de los años ochenta se abrieron las puertas a un posible retorno de muchos exiliados a Chile, Papá quería saber si los expulsados figuraban en las listas de los autorizados al retorno, sin tener mayor información, esta posibilidad, desencadenó una serie de sentimientos contradictorios en el seno de mi familia. A partir de ese momento cada exiliado, los ciudadanos del mundo debían resolver si regresaban a Chile o si se quedaban en el país de acogida.

En Luxemburgo, con el paso del tiempo habíamos logrado tener una vida de familia y sobretodo la familia se había agrandado, llegando nuevos miembros y llegamos a ser felices de estar vivos y que si cada uno de nosotros teníamos pena por lo perdido, habíamos aprendido a vivir sin ello.

El retorno, el desexilio

Papa quería cerrar su círculo, su historia. Quería desandar lo andado. Se había hecho la promesa que volvería a Chile, a Limache y que nuestra radio volvería al aire, al radial chileno. Después de muchos trámites y de idas y venidas, lo logró un 7 de diciembre del año 1995 en el mismo terreno donde funcionaron los estudios de Radio Limache CB 156, empezó a escucharse nuevamente con una antena más corta, pero igual de orgullosa que la anterior, la voz de mi padre por los micrófonos de Radio Latina, 98.5 FM, en compañía de la voz de mi hermano Archie, que también se había hecho la promesa que volvería a Chile, luego sumándose la voz de mi hermano Erwin y por supuesto la compañía valerosa e infatigable de mi querida madre Isabel Yolanda. Ese 7 de diciembre de 1995, Papá y Mamá derrotaron a la dictadura y se ganaron definitivamente el derecho a decir y contar Su verdad por las ondas de nuestra Radio Latina de Limache.

Mi padre: “Don Hugo, “Mister Biela”, fue locutor radial en varias radioemisoras de Valparaíso, “Radio Caupolicán” y “Radio Valparaíso” reportero de los diarios “El Mercurio” y “La Unión”, comentarista especializado en automovilismo – de ahí su sobrenombre de Mister Biela- dueño de las radios “Limache” y “Victoria”, director, más tarde, del diario “La Unión”, regidor de Limache por varios periodos representando al Partido Socialista”. Casado con doña Isabel Y. Carvajal Hernández, cinco hijos nacidos en tierra chilena y dos en el exilio. Unos han vuelto y otros no, y cada uno hemos tenido nuestras razones.

Una opción como la otra es una decisión muy delicada, pues los que vuelven se encuentran con un país diferente al que dejaron.

Además, los que volvemos tampoco somos los mismos. Chile cambió, sus habitantes también.

Algunos piensan que volver a la tierra que nos vio nacer es simple y que la magia de volver hará el resto.

Volver a formar parte de su país natal. La comprensión, entendernos, palabras claves, para que sepamos que podemos hablar de ese periodo y de nuestra ausencia forzada.

Pienso que ha sido más fácil el retorno para aquellos que de alguna manera tenían asegurado un trabajo o una fuente de ingresos, o para aquellas parejas que no tenían hijos o los hijos que eran menores de edad.

Busqué en los diccionarios el significado de la palabra “Patria” porque el exilio se prolongó. Nosotros nos convertimos en un modesto cruce de caminos de culturas, de luchas, de presencias, de amores, de amistades, de sueños.

Comprendí que la patria no es una bandera ni un himno, sino una suma de nuestras infancias, imágenes de nuestros cielos, nuestros amigos, nuestros profesores, nuestros amores, nuestras casas, nuestras calles, nuestros escritos, nuestros poemas, nuestras canciones, nuestros libros, nuestras comidas, nuestro lenguaje, nuestro nuevo idioma y nuestro sol en otras latitudes, así el país, su gente, mis nuevos compatriotas que nos acogió nos van contagiando sus valores, sus olores, sus fervores, sus rebeldías, sus odios, sus hábitos, sus palabras, sus gestos, paisajes, sus tradiciones y llega un momento en que nos convertimos en un ciudadano de culturas, de presencias, de sueños junto a ellos pero con el secreto escondido de un posible de retorno.

Es curiosa la vida antes de retornar tengo ya nostalgia de mi exilio en plena libertad de volver a la patria chilena. Llego a sentirme a veces culpable, pero de una cosa estoy segura cuando me desexile no será ligero mi equipaje, mi mochila estará cargada de vida vivida.

En mi familia, mi padre y mi madre y dos de mis hermanos volvieron, mi familia retornada, (mi madre salió de Chile con 37 años y volvió a los 59) le costó mucho adaptarse a la sociedad del Chile de hoy, a pesar de que parte de la familia su esposo e hijos y algunos amigos, casi todos retornados, fue igual difícil. Tuvo que dejar atrás parte de sus hijos y nietos y muchos recuerdos. Reintroducirse en esta nueva mentalidad chilena.

Así empezó un tiempo chileno y un tiempo luxemburgués un tiempo europeo para la familia Arellano Carvajal.

Aprendí que somos la suma de todos los hechos que nos han pasado.

Todas las personas somos una suma de huellas y que vamos dejando nuestra huella en todas partes y en las personas que cruzamos en nuestro camino.

Esa huella es de una importancia vital ya que todo lo que hacemos o dejamos de hacer, y lo que decimos o dejamos de decir, transforma nuestro mundo.

Si cambiamos de tribu, la tribu nos cambia.

Yolanda Ester Arellano Carvajal, Luxemburgo-Europa

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