Oscar Ramón Cariaga | Memorias de exilio

Oscar Ramón Cariaga | Suiza



Mi nombre completo es OSCAR Ramón CARIAGA Castro, nacido en Santiago de Chile el 23.09.1948. De profesión periodista, fui uno de los 5 primeros chilenos que llegamos a Suiza el 23.02.1974 y que recibimos del gobierno Suizo el asilo político. Mi trayectoria política inició a muy temprana edad, recuerdo aún cuando visitaron Chile los Reyes Ingleses y yo era presidente del 1° humanidades del Liceo N°8. Como protesta habíamos ocupado el Liceo y naturalmente el gobierno de derecha, contrario a nuestra iniciativa, envió 10 carabineros por cada 1 estudiante y después de la paliza, nos encerraron en prisión por todo el tiempo que estuvieron los visitantes, Resultado: todos fichados y expulsados del liceo. De ese momento, iniciaron mis estudios en la Escuela de Artes Gráficas (en la comuna Roja de San Miguel) donde además de estudiar y terminar con un diploma de técnico, fui por 3 años (1967/1970) presidente del centro de alumnos. Como dirigente estudiantil (Feitech: Federación de Estudiantes de Escuelas Industriales, Técnicas y Especiales de Chile) trabajé en Santiago- San Miguel, junto a millones de compañeros para el triunfo de Salvador Allende. En el año 1971, con la ocupación de la Empresa Editora Zig-Zag (donde trabajó toda su vida mi padre Ramón Cariaga Q.E.P.D.) yo entré a trabajar como «cromista de color para la offset» con la nueva Editorial Quimantú (pienso a esos años como los más hermosos de mi existencia) me había casado feliz, mi hija Karem nació el 02.02.1971, vivíamos en los departamentos de la Empresa en calle Bellavista y estaba en camino mi segundo hijo Oscar nacido el 11.12.1973. El día negro del golpe de estado, estuvimos de guardia en nuestro puesto de trabajo, esperando noticias y del «que hacemos» hasta que llegaron los militares y como a las 11:30 horas del 11.09.1973, tomamos la decisión de desalojar, después que nos pusieron un tanque delante y recibimos el ultimatum «o se van a sus casas o los bombardeamos». El periodo más negro en los meses después del golpe, fue la impotencia de no poder proteger mi familia y darles el pan y la leche que necesitaban mis hijos. Las pocas personas que en esos meses nos dieron algo (incluso algunos de nuestros familiares) fueron aquellas personas que arriesgaron la vida, pues corrían el peligro de ser denunciados por ayudar a un «terrorista y traidor a la patria», en donde mi único delito fue de creer en el proyecto de Allende, dedicando toda mi persona a luchar por un mundo más humano con los trabajadores y los necesitados de mi país.

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