Noemi Baeza | Memorias de exilio

Noemi Baeza | Holanda



Exilio…: HOLANDA ALGUNOS CHUBASCOS

RELATO DOS

6.- TRANSMISION DE LA MEMORIA

Uno de mis inolvidables “chascarros” aprendiendo el idioma holandés.-

En un pequeño almacén de frutas y verduras, vi unas apetecibles frutillas, inmensas y  de un inmejorable color  rojo.  Cuando la dependiente se acercó a preguntarme qué quería, no me atreví a abrir la boca de inmediato, por miedo a que mi corazón se arrancara a todo galope. Después de unos eternos segundos le dije (en lo que a mi juicio era un correcto holandés): “Déme un kilo de frutillas por favor”. Ella me miró con cara de extrañeza y soltó esa palabra que tanto odiaba yo por allá:” “Wat?!”(O sea: “¿Qué?”).

En mi inseguridad y molestia me dirigí al lugar donde estaban las frutillas y le dije:” ¡Estas quiero! ¡Estas frutillas rojas!”. Ella se rió con relativa gentileza y me corrigió: “Oh ja! aardbeien!” (“¡Oh sí!: frutillas!”)  a lo que yo automáticamente repetí: “ja; aardbeien.”

Bueno la gran plancha es que yo en lugar de pedir “un kilo de frutillas”: (aardbeien), ¡le había pedido “un kilo de obreros”!: (arbeiders) Y para enfatizar mi pedido, le había casi gritado con ofuscación: “¡Estas quiero. Estas obreros rojos! (“Deze wou ik. Deze rode aarbeiders!”).

Los amigos holandeses: imprescindible apoyo en nuestro exilio

Cuando se me pregunta, (pregunta recurrente),  que es lo que más extraño de Holanda, no dudo en responder: los amigos holandeses. Los amigos holandeses que tuvimos ( Y que aún  conservo),  fueron muy solidarios con nuestra causa y …¡con nosotros! Nos ayudaron a reestructurar nuestras vidas, nos enseñaron como era la cultura de su país…pero también sentimos cómo respetaban y querían aprender de la nuestra.

Ellos colaboraron a través de sus organizaciones sociales y políticas, para que nosotros pudiéramos difundir en su país, lo que estaba sucediendo en Chile. Innumerables manifestaciones, encuentros, seminarios, exposiciones, conciertos y otras actividades, se realizaron en Holanda para dar a conocer “Chile bajo la dictadura militar”. Nosotros como chilenos exiliados, agrupados en diferentes partidos políticos, participábamos en forma activa en cada evento.

Para graficar en parte este testimonio,  quiero contarles que en la explanada central del Museo de la Memoria, se esta exhibiendo una muestra de Afiches que ilustran la solidaridad internacional. Estos fueron hechos no solo en Holanda, sino también  en diferentes partes del mundo donde había chilenos exiliados. En los diseños gráficos participaron tanto los amigos solidarios de cada país, como los artistas chilenos en el exilio.

Es emocionante ver esta muestra. Quizás el hecho de que estén en tantos idiomas diversos, ¡incomprensibles idiomas!, invite a quienes nunca han vivido un exilio, a reflexionar sobre lo difícil que fue vivir obligados  en países ajenos, con idiomas y culturas tan disímiles.

Porque “el exilio dorado” ¡NO EXISTE!. Eso es una falacia que inventó la dictadura para burlarse de los exiliados. ¡No hay ningún color dorado cuando se obliga a permanecer en el destierro. Esos Afiches muestran además lo conmovedor de la solidaridad internacional.

Quiero hablarles también del “Stichting  Nederlandse Vrouwen voor Chili”: (Fundación Mujeres Holandesas por Chile):

Ese era el nombre de una de las más importantes y solidarias Organizaciones Holandesas, con sede en la ciudad de Odijk Holanda; cuya principal labor fue obtener  financiamiento para asistir en Chile a cientos de compañeras de detenidos desaparecidos, la mayoría de ellos pertenecientes a uno de los partidos políticos más golpeados por la dictadura: el Partido Comunista.

Al momento de ser arrestados estos compañeros, junto con estar luchando contra la dictadura, cumplían también la labor de “jefes de hogar”; por lo tanto sus familias  se habían quedado en total abandono, sin posibilidad de alimentar y educar a sus hijos. Estas compañeras en la constante búsqueda de sus seres queridos, denunciando valientemente y en plena dictadura, las desapariciones, formaron la emblemática “Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos” bajo el alero de la Vicaría de la Solidaridad.

En el retorno a mi país (año 1984) pude visitarlas y compartir con ellas anécdotas de mi exilio, de cuando junto a otras amigas chilenas exiliadas, nos sentábamos allá en Holanda, a leer las cartas que nos llegaban desde Chile y  a traducirlas al idioma holandés y difundirlas posteriormente en los “Trípticos” de este solidario “Stichting Nederlandse Vrouwen voor Chili”. Muchas de ellas ya han fallecido, sin saber lo que sucedió con sus compañeros y familiares…

Exilio: Combatiendo el frío y la soledad

Durante mis diez años de exilio, frío y soledad, fueron los dos elementos que  me persiguieron con obstinación.

Sin embargo logré combatirlos con tres poderosas armas:

1.- Las actividades de denuncia en torno a los graves atropellos a los derechos humanos que estaban ocurriendo en mi país. Recuerdo haber recorrido con otras compañeras chilenas y amigos holandeses, toda Holanda. Llegábamos a Centros Comunitarios de pequeños pueblitos donde la palabra “Chile”: “Chili” hasta ese momento solo había estado asociada a “Un ají muy picante mexicano”. Después de agotadoras jornadas que incluían la presentación de nuestras “empanadas” y un par de guitarreos, nos íbamos más tranquilos, sabiendo que ese grupo de asistentes a la actividad, volverían a sus hogares reflexionando sobre libertades, democracias y solidaridad internacional. La palabra “Chili” ya no sería más solo un “ají”.

2.- Reitero: El apoyo constante de mis amigos holandeses, quienes sin ser para nada afectuosos de piel, ni extrovertidos, como la mayoría de nosotros los chilenos, eran capaces de comprender nuestros sentimientos, angustias y estados depresivos y ayudarnos a trasformarlos una y otra vez en “optimismos transitorios”:  invitaciones a actividades culturales enriquecedoras…como grandes conciertos y ballet internacionales, visitas a los imperdibles Museos Van Gogh, Rembrandt, Arte Moderno y también a largas conversaciones filosóficas, políticas, culturales.

3.- El apoyo, lo más cercano a incondicional, de Jaime y Evelyn, un matrimonio chilenos también exiliado en Holanda, ellos transformaban su casa en “territorio nacional”: las paredes cubiertas con arpilleras, afiches y fotos de nuestros “Víctor Jara”, “Quilapayún”, “Inti-Illimani”, allí se cenaban experimentales cazuelas, pasteles de choclo, empanadas, con una fiesta de ingredientes, que se acercaban lo más posible, al sabor chileno…en esos hogares oasis, llegaban desde Chile y o vía vía:  Las revistas “Hoy” “Análisis” “Cauce” “La Bicicleta”, el diario: “El Fortín Mapocho” .También de vez en cuando disfrutábamos de la chilenidad femenina “Light” de la revista “Paula”.  Bueno, estos amigos chilenos, fueron mi familia en el exilio y aún aquí ya en nuestros respectivos retornos, conservo su amistad que presiento imperecedera, con ellos, con sus hijos y los hijos de sus hijos.

Retorno: “majestuosa es la blanca montaña”…

Tras diez años de exilio y sabiendo siempre que la generosa Holanda era para mi un “país prestado”, retorné a Chile el 26 de Julio de 1984.

Mes de Julio: aún mucho invierno, frío, nublado, lluvias…a veces un tímido solcito. Los afectos: interminables abrazos de familia a quienes no vi,  en una década, de niños que no conocía…Los sabores: de las cazuelas chilenas-chilenas, de las tortas “mil hojas”…   Y los olores… algunos no gratificantes ¡Ya había olvidado el olor de las estufas a parafina!…del humo contaminante de Santiago… y en tacto también esa terrible sensación de humedad, al meterse entre las sabanas, de una impecable blancura y “planchaditas” como acostumbraba mi mamá…pero  de una hostil humedad.

No quisiera nombrar ese lugar común de todo retornado:”Ah la Cordillera!” …sin embargo solamente alguien que haya vivido cada día del exilio , en un paisaje ultra verde pero plano, plano… como lo es Holanda, podrá comprender la emoción que sentí al volver a ver  “mi” “majestuosa blanca montaña”.

Pero luego,¡ muy luego!  vino la tristeza por cada compañero, cada compañera que nunca más iba a ver.

También como nubarrones, como granizos de julio, golpeando el techo, caían en mis oídos las respuestas, de gente amiga, a mis preguntas sobre compañeros y compañeras de quien yo en Holanda no había tenido noticias por años…” ¿Ella? ¡Está desaparecida…desde el año 76…!” “¿Él?”¡ Pero si lo mataron, en un falso enfrentamiento…” “¿Ellos?” ¡Pero si arrancaron a Argentina y nunca más se supo, están desaparecidos, esa fue la “Operación Cóndor!”…

Estos encuentros eran en lugares a dónde me habían llevado mis amigas, dando una vuelta en una micro, bajándose y luego subiendo a otra. Pero la sensación de tristeza, de desamparo, también me asaltaba  al despedirme de ellos, eran como más granizos sobre el techo: “Oye ¡cuídate! No hay que confiar en nadie! En nadie!…recalcaban y continuaban: “perdóname que te lo diga Noemí pero tu…¡preguntas mucho!…¡no preguntes nada! Solo si te quieren contar! Pero NO PREGUNTES… ¡por favor!

Tarea urgente en mi retorno fue: (Re) -aprender a vivir en Chile.

¡Como cambiaron mi País!…pero sin duda… ¡como cambié también yo!… acostumbrada a manejarme con los códigos holandeses, a planificar, a repartir en Holanda la información sobre lo que acontecía en Chile entregando en la calle, en sus manos, a los holandeses, cada “panfleto”; …aquí había que tirarlos al aire, gritar consignas y salir arrancando.

Sentía como el miedo me paralizaba en cada protesta…escuchaba a mis amigos, a las compañeras del PIDEE donde yo trabajaba:” ¡Corre Noe, corre!” Y yo paralizada, esperaba que la lluvia del “Guanaco” me mojara entera…pero quizás ni eso era tan terrible…lo peor era  constatar que cuatro, cinco, cuadras más allá de donde se había organizado la protesta, la gente estaba paseando, comprando zapatos, tomando un café…¡y ni sabían porqué yo estaba empapada entera! Esas dos caras del mismo Chile, del mismo Santiago…me impactaron horriblemente.

Agradezco a mis colegas del PIDEE, también a muchos compañeros más a quienes tampoco podré nombrar en este testimonio, ¡pero ellos saben quienes son! y sin ellos hubiera sido imposible para mi ese “retorno”, lleno de códigos nuevos, de extrañezas de convivencia… ¡cuantas veces me reprocharon!:”No seai holandesa poh! “Oye ¡ ubicate! ¡Aquí estai en Chile, esto es otra cosa!” y a su vez cuantas veces en “mi” Chile, me sorprendí pensando sobre mis propios compatriotas: “¡Puchas que son raros los chilenos!”…

Noemí Baeza Henríquez-. Santiago de Chile, Junio 2014.-

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