Marilú Alvarez Ebner | Memorias de exilio

Marilú Alvarez Ebner | Dinamarca



¿QUÉ LE PRODUCE LA PALABRA CHILE?

Llegamos a Dinamarca en julio de 1974. Éramos dos jóvenes de 30 y 27 años con dos hijas pequeñas de 6 y 4. Mucho ha pasado desde ese día, casi 40 años y es imposible describir lo bueno y lo malo en unas líneas.

LA SALIDA: No estaba tan triste cuando llegué, pues estaba segura que la dictadura no duraría más que unos meses y este sería un paréntesis en nuestras vidas. Yo al menos era completamente nueva en este tipo de experiencia. Jamás había salido de Chile.

No teníamos afiliación política como los otros. El que era en ese entonces mi marido, había sido oficial de marina, constitucionalista, por eso dejó de serlo pocos días después del 11 de septiembre. Así que no sólo el exilio era nuevo para nosotros, sino también compartir el exilio con hombres y mujeres que estaban relacionados con política.

En un principio eso me acomplejaba un poco, pues yo en buenas cuentas había vivido la vida de «Bilz y Pap» como esposa de oficial de marina, con buena atención y seguridad médica gratuita para todos nosotros, nunca tuve que hacer una cola ni nada, así que el mundo civil lo conocía de de los diarios, la televisión y por mis padres que fueron allendista desde que yo tuve uso de razón.

Pero de todas formas no era como las otras esposas de oficiales  y tenía mis opiniones y las decía porque mi madre me había dicho cuando tuve derecho a voto, » tienes que votar por lo que le conviene a tu país, no a ti misma»…. Y así lo hice en 1970, voté por Allende y siempre lo dije. Luego después de las elecciones de marzo de 1973 todo Chile estaba en efervescencia. Cuando fui a votar me encontré frente a frente con mi candidato, el candidato del Partido Comunista y casi salto y lo abrazo. No lo hice. Los resultados de las elecciones me hicieron sonreír de oreja a oreja y aquellos oficiales y sus esposas que antes me habían escuchado no más, dejaron de saludarme y me llamaban «la marxista». Así que mentalmente me separé de la vida de ellos ese mes de marzo y hasta septiembre fueron meses de incertidumbre. Pero nunca pensé que terminaría como todo terminó. Dejar ese mundo fue un alivio.

Luego pasamos a ser uno de los tantos con secretos tratando de pasar desapercibidos en el Gran Santiago, hasta que no había más remedio que salir de Chile y Dinamarca nos dio el asilo político.

LA LLEGADA: Recuerdo ese día con detalles, pero a quien más que a mí me puede interesar? Dinamarca nos acogió bien, de manera muy organizada. Vivimos los 3 primeros meses en un hotel para refugiados con gente de muchos países y por supuesto otros chilenos. Muchos de estos chilenos quedaban medios dudosos cuando mi ex marido se presentaba como ex oficial de marina, pues no se sabía públicamente en Chile de la escasa disidencia dentro de la Marina, sólo se sabía de los de Aviación. Fue cuando empezaron los juicios a los disidentes de esa rama, que a mi ex marido le aconsejaron salir de Chile. Ya había estado preso unos días y no quería caer otra vez.

Fue difícil. Me acompañaba eso si mi juventud y mi alma curiosa. Yo quería aprender danés, aunque calculaba que en pocos meses estaríamos de vuelta en Chile. Así que sacaba hartas fotografías para mostrarlas cuando volviéramos. Yo me había dicho a mi misma que a más tardar marzo de 1975 la Dictadura caía. Eso me mantuvo los primeros meses.

A los pocos días empezamos los 4 a ir a aprender danés y desde el primer día usaba horas memorizando cada una de las palabras de mis tareas. Quería entender lo que se decía en la calle, lo que salía en los diarios y lo que se decía en la televisión. Así es que cuando mis hijas dormían, yo estudiaba.

La mayor de mis hijas empezó el primer año en la escuela en septiembre. No entendía nada y los primeros días se sentaba dándole la espalda al profesor. En Chile había ido a la escuela unos meses y las profesoras eran mujeres y se les decía tía. Aquí el profesor era un tremendo hombre , con barba, con suecos de madera y un sweater islandés y a él se le llamaba por el nombre, que era Ole. A la pobre le dolía el estómago y decía «se que tengo que ir y tengo que aprender» . No se podía quedar en la casa, pues nuestro trabajo era aprender danés y teníamos clases todos los días, jornada completa y no podíamos fallar. Así es que ella partía con su hermana de 4 y con su dolor de estómago.

La más chica le hablaba en castellano a todos, nadie la entendía, pero le gustaba jugar. Seguro que hablaba sola la pobre, En la guardería había una mujer jefa, una excelente persona que nos acogió tan bien. Mi hija la abrazaba y la apretaba y le decía en castellano «gooorda rica» y le daba un beso. Así con su manera de ser demostrativa se hizo querer por todos, adultos y niños.

Para las fiesta de navidad de 1974 en la guardería, ya algo entendíamos y algo podíamos decir, pero no mucho. La sorpresa fue escuchar a nuestras hijas hablando danés! y sólo habíamos llegado hace 5 meses.

Así empezó la nueva vida, estudios, tareas del hogar y actividades con los chilenos y daneses. Había muchas fiestas de solidaridad con la causa chilena y hacíamos empanadas que se vendían en minutos. Así que fuera de los estudios, casa y niños tenía que haber espacio para hacer 100 empanadas!

En cuanto pude empecé a ayudar a los chilenos que venían llegando después de varios años de cárcel, traduciéndoles y también ayudando en el trabajo práctico que era necesario para mantener la Solidaridad con Chile. El primer 11 de Septiembre, cuando la dictadura cumplía un año, la macha de protesta en las calles de Copenhaguen fue tremenda, cuadras y cuadras, muchos artistas, intelectuales y políticos daneses participaban y ese nivel de solidaridad había que mantenerlo año a año y si yo no sabía mucho de política podía hablar danés y era buena para el trabajo práctico que se me pidiera.

Yo llegué aquí sin profesión, con una identidad de «dueña de casa» y nunca pensé que tendría que salir a trabajar. Aquí la gran mayoría de las mujeres trabajaba y eso quería yo. Así me hice de una profesión. Logré encontrar trabajo y comenzó una vida más normal. Ya hace tiempo que había pasado marzo de 1975 y la dictadura no caía. No era fácil tener noticias frescas de la situación chilena, todo era difícil, como tener que tomar el tren e ir a la estación central para comprar Le Monde y leer algo del mundo y de Chile. Los diarios daneses escribían pero era tan difícil leer con diccionario en mano, era más fácil entender francés con lo poco que aprendimos en colegio en Chile.

Mi diario de vida fue mi compañero, pues en las cartas a mis padres les contaba lo mejor, mandaba fotos sonrientes y no les contaba de las dificultades. Recién casi dos años después llamé por teléfono un Año Nuevo y hablamos 3 minutos pues era tan caro.

El implacable tiempo fue pasando rápido y las hijas fueron creciendo y yo ya no tenía  «fecha » para volver como en los primeros meses. Ya estaba entregada a que esto duraría y traté en lo más posible de aclimatarme a la vida, a la sociedad en que vivía y darles una vida normal y libre a mis hijas que no había elegido venir a este lugar. Ellas tenían que tener una vida normal y de apoco fui dejando de hablarles y decirles …. «cuando volvamos….»

Ya entendiendo todo y pudiendo hablar danés me sentí mejor, pero aun así, no bien del todo pues no dejaba de pensar, volveremos? cuando ?

El matrimonio se desarmó. Mis hijas estudiaban yo trabajaba y el padre de ellas se fue de vuelta a Chile poco antes del triunfo del NO. Mis hijas ya tenían su vida aquí y sus planes de estudio y su futuro. No querían irse y yo sin ellas no me iba. Aquí tenía trabajo, en Chile no habría tenido como empezar de nuevo, pues ahorros no tenía. Ahí me enfrenté con la realidad: esto era para siempre! exiliada de por vida.

Tuve una crisis interior muy, muy grande que sólo pude superar gracias a mis hijas y unos amigos chilenos y daneses, pues a mis padres les quería ahorrar ese dolor. Cuando me despedí de mi padre le 74 me dijo «desde hoy serás una extranjera y el extranjero nunca encuentra la paz». Como iba a decirle que habían pasado los años y todos los días me había acordado que tenía razón. La diferencia de ahora que también era extranjera en Chile, pues mi mentalidad había cambiado.

Salí de esa crisis escribiendo un libro que me lo publicaron aquí en 1989. Con eso puse mi vida en una repisa y empecé a vivir otra vez, de otra forma, dándome permiso a mi misma para decir: aquí me quedo y este es MI lugar porque aquí crié a mis hijas y eso es más importante que mi familia y amigos de Chile y mi país de nacimiento. Nada es más importante que ellas y ellas llegaron aquí sin poder elegir.

De ahí empecé a mirarme de otra manera y ver que estaba echando raíces y eso no era malo, ni estaba traicionando a nadie, ni nada. Y llegó el día que conocí a un hombre, danés y con raíces aquí y ya estamos juntos 25 años.

MI VIDA ACTUAL:Jubilada, con dos nietos a los que les hablo en danés y un nieto en Inglaterra al que le hablo en inglés.

Cuando estamos todos juntos en la mesa y esta la parte inglesa, se habla en ingles hacia un lado de la mesa y danés para el otro lado y cuando voy con mis hijas a la cocina hablamos en castellano. Con ellas siempre he hablado en castellano, cuando estamos solas.

Chile para mi es hoy el país donde nací, donde vive mi familia y algunos amigos que mantengo contacto gracias a la internet, skype y facebook. Quiero un día mostrarle el norte de Chile a mi marido.

No he ido hace muchos años. Un día en un taxi en Santiago el taxista me preguntó » y Ud. de donde es?» y yo le dije «cómo que de dónde soy ?, de aquí, soy nacida en Santiago» y me dijo «es que ud no habla como nosotros y no se viste como las señoras chilenas».

Mi padre ya no está, pero quisiera haber alcanzado a decirle que no he sido extranjera para siempre. En Dinamarca me siento en casa, es un país, que me ha tratado bien, ha educado a mis hijas, me ha dado la mejor de la atención médica cuando tuve cáncer dos veces y claro… aquí me preguntan siempre de dónde vengo,  porque hablo danés con acento. Les digo que soy nacida en Chile pero vivo aquí hace 40 años y siento que la mayor parte del día soy danesa… y chilena de repente.

Estoy decidida a ver el resultado de mi vida en forma positiva y no puedo dejar de ver la parte positiva que ha tenido para mí como persona el exilio. Si hubiera seguido mi vida de esposa de un Oficial de la Marian chilena, nunca habría  conocido a la gente maravillosa que he conocido, a los que fueron prisioneros políticos, que pasaron años en la cárcel y salieron de la cárcel directo al exilio. Esas maravillosas mujeres chilenas que también sufrieron. Algunas sufrieron torturas horribles, otras que supieron mantener a sus hijos mientras sus maridos estuvieron presos por años y aquí apechugaron, aprendieron danés, trabajaron duro y dejaron en todas partes bien puesto el nombre «chileno».

El privilegio más grande de mi vida ha sido conocerlos y ser amiga de esos chilenos y eso se lo debo al exilio.

Veo a mis hijas con sus hijos, sus éxitos y sus preocupaciones y su añoranza por la familia de Chile que pasó para ellas a ser una quimera de cuentos, de cosas escuchadas, de fotos, de memorias de niñas y no puedo dejar de pensar que en la balanza de la vida han sacado lo mejor de lo que les brindó la vida. lo que han logrado aquí como mujeres y profesionales pesa más.

Estoy contenta que el Museo de la Memoria y DDHH (que espero visitar un día) haya tomado la iniciativa de poner estos testimonios que también son parte de la historia de la Dictadura. Incluso mujeres como yo, que ni fui política,  ni fui prisionera  y en buenas cuanta salí sólo siguiendo al padre de mis hijas y me quedé con ellas, somos parte de la historia de la Dictadura y existimos.

Mi padre me dijo una vez, que lo que a mí me parecía una vida entera, en la Historia Universal  seria un día una sola línea. Es verdad, la historia de mis hijas y la mía ocupará menos tiempo en la vida de mis nietos y un día será una sola línea en la vida de mis descendientes daneses e ingleses.

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