Manuel Paveri Anziani | Memorias de exilio

Manuel Paveri Anziani | Costa Rica



Chile – 11 de septiembre de 1973

En esta fecha, como en todos los años pasados, recordé la experiencia vivida ese día que marcó mi futuro y el de mi familia. Recordé a todas las personas que fueron afectadas por ese trágico acontecimiento. Así, decidí escribir, antes que los recuerdos comiencen a nublarse, acerca de mi vivencia ese día, para dejarla de recuerdo a mis nietos y recordarlos a nuestras hijas, que en ese momento tenían 5, 4 y 1 años cumplidos. Mi esposa, Lina, en su segundo libro, “Vivir para contar”, describió, desde su perspectiva, la situación que vivía el país en esa época, producto del sabotaje económico y político, interno y externo, que horadaba y corroía la estabilidad económica y política del país, colocando en entredicho el gobierno nacional y agudizaba los contrastes entre las diversas partes en juego y afectaba a la población nacional. Este fue el “caldo de cultivo” que favoreció a los golpistas y a la oligarquía nacional que se unieron para producir una situación social y política insostenible, alimentada, financiada y sostenida, como hoy se sabe bien, por el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y sus agencias, que usaron el ejército nacional como instrumento de acción para producir el golpe militar.

Trabajaba en la División de Empresas Públicas de la Dirección Nacional de Presupuesto, como responsable por el control de varios sectores públicos de la economía nacional intervenida, entre ellos el de la alimentación. La crisis económica, producto de lo mencionado, afectaba el abastecimiento de alimentos a nivel nacional, especialmente de productos de primera necesidad. Situación, en gran parte, debida al boicot de las industrias privadas de producción y a las continuas huelgas de los transportadores privados, uno de los sectores más combativos opositores al gobierno y que más daño ocasionó a su imagen. Hoy en día se sabe que fue financiado por la CIA. Para buscar solucionar esta grave situación el gobierno designó al General (FF.AA.) Alberto Bachelet, para tentar resolver este problema. En calidad de responsable del financiamiento de este sector de empresas intervenidas por el gobierno, el General Bachelet, a quién conocía de algunos años antes, me había solicitado encontrarlo en su oficina, en el edificio de la UNCTAD (hoy Diego Portales), ese 11 de septiembre a las 08:00 AM.

Llegué a su oficina antes de la hora y me recibió su edecán. Mientras esperaba miré hacia la Alameda y observé una fila de militares del ejército rodeando el edificio central de la Universidad Católica. Cuando iba a comentarle este hecho al edecán sonó el teléfono e inmediatamente me informó del golpe militar en curso y que el General le había pedido me hiciera salir inmediatamente del edificio y me fuera a casa.

Choqueado por la situación, aunque eran semanas que se mencionaba la posibilidad de un hecho como este, sin saber si ir a la oficina o volver a casa mientras caminaba por la calle detrás del edificio UNCTAD, encontré un colega que vivía allí e informó que no se podía ir al centro, que el ejército estaba rodeando el Palacio de la Moneda y había tiroteos por todas partes. Entramos a su casa para comunicarnos con los jefes para recibir instrucciones. Cuando nos comunicamos nos dijeron de no ir allí y volver a casa a la espera de noticias. No me fue posible comunicarme con mi casa. Lo único posible era esperar y escuchar la radio, que, intervenida, transmitía solo proclamas militares.

Escuchábamos los aviones de guerra que pasaban a ras de los edificios para bombardear la Moneda. Recuerdo con emoción y tristeza el último discurso del Presidente Allende y su suicidio para no caer en manos de quienes traicionaron la democracia chilena. Después supe que los aviones también habían bombardeado la residencia presidencial de Tomás Moro, a pocas cuadras de nuestra casa. Mi esposa luego me contó que jugaba a las escondidas con las hijas debajo de las camas para que no escucharan el bombardeo y no se asustaran demasiado.

Entre las 13:00 y las 14:00 hrs. escuchamos vía radio un bando militar en que decían que habían tomado la Moneda, Allende se había suicidado y que declaraban el Estado de Sitio en el país a contar de una determinada hora de la tarde, por lo que desde las 15:00 y hasta las 18:00 del día se suspendía la prohibición de circular y se daba órdenes a la ciudadanía de regresar a sus casas en ese período de tiempo.

Mi amigo ofreció llevarme hasta donde había dejado mi auto para volver a mi casa. En Plaza Italia la policía nos paró. Un joven teniente nos hizo bajar para revisar el auto. Por mi lado revisó la guantera y sacó un pequeño libro rojo. Para mi sorpresa el libro era, nada menos, que el Libro Rojo de Mao. Me miró, tiró el libro en la guantera y nos ordenó seguir viaje. Apenas salimos le dije a mi amigo lo sucedido, quien se puso verde de susto. Ni se acordaba que tenía ese libro en el auto. Le sugerí deshacerse del libro para evitar un peligro mayor.

En casa encontré Lina asustada y preocupada por mí. Pensamos qué hacer, ya que era conocido como una persona de izquierda, simpatizante del MAPU y lo representaba en algunas comisiones nacionales. Iniciado el Toque de Queda, tipo 18:00 hrs., no se pudo circular; este duró por dos días y medio, en el cual circulaban solo la policía y vehículos del ejército. En ese período mucha gente fue presa, llevada al Estadio Nacional y otros centros de detención de la capital. Muchos líderes políticos fueron detenidos y enviados a las islas del sur u otros lugares del país. Muchos desaparecieron y fueron fucilados sin juicio legal alguno en estos sitios de detención. Revisamos nuestros libros para ver aquellos que podían ser considerados peligrosos y que podían llevarte a prisión. Con mucha atención quemamos los más comprometedores, así como con pesar, destruí una escopeta que me había regalado mi padre cuando chico para ir a cazar con él. Fueron días de angustia y temor. A cada parada de un vehículo en la cuadra se pensaba que podían estar viniendo a apresarte. La vida, ni tu dignidad valían nada. No faltaron las delaciones de vecinos, “amigos”, parientes, compañeros de trabajo, etc. Esto en medio a constantes proclamas del nuevo “gobierno” informando de la situación y llamando a diversas personas a presentarse a la policía o regimientos. Así pasaron unos días, cuando se levantó el Estado de Sitio por unas horas para que la gente pudiera ir a abastecerse. ¡Milagro! Todos los supermercados mostraban todo tipo de productos de primera necesidad, que 4 días antes no se encontraban.

Luego, limitaron los toques de queda de las 21:00 a las 07:00 del día siguiente para que se volviera a los trabajos. Volví a la Dirección de Presupuestos, donde, aparte el miedo, no se sabía que pasaría con nuestros trabajos. El primer día me reconfirmaron, pero luego de tres o cuatro días me pidieron la renuncia, lo que me permitió sacar el desahucio para poder vivir un tiempo. Afortunadamente, tuvimos el apoyo de mi suegro que con su almacén, ayudaron a que no nos faltara nada para comer, especialmente a las niñas.

Se continuaba con el temor de poder ser preso en cualquier momento, lo que no contribuía a la tranquilidad familiar. En el intertanto, conseguí algunos pequeños trabajos. Hubo también amigos, muchos favorables al nuevo “gobierno”, con los que anteriormente había trabajado en otras instituciones que nos ayudaron en lo que pudieron. Personas y solidariedad que no se olvidan.

Un día recibí una rápida llamada telefónica desde México, de un amigo conocido en un curso internacional que trabajaba en la Presidencia de la República de ese país, que me invitó a trabajar allí, pidiéndome de salir hacia Costa Rica donde recibiría la visa correspondiente. La posibilidad de conseguir un trabajo apropiado en Chile era muy difícil y la situación tensa y de incógnita permanente, por lo que acordamos salir del país. Cómo sacar el pasaporte también podía representar un peligro, si estabas en alguna lista “negra”, averigüé a través de algunos contactos bien colocados, que me informaron que podía sacar este documento sin problemas.

Acompañado de familiares y amigos, atentos a ver que no tuviera problemas al embarcarme, la tarde del 29 de diciembre de ese mismo año trágico para Chile tomé un avión que me llevó hasta Panamá. La noche del nuevo año la pasé triste y deprimido en un hotel de bajo costo de Ciudad de Panamá. El 1 de enero de 1974 aterricé en San José de Costa Rica, iniciando así mi aventura fuera de mi país. Esposa e hijas me siguieron en agosto de ese mismo año.

Han pasado ya 40 años y mucha “agua” bajo el puente de nuestra vida. Hemos vivido en diversos países de A. Latina y en Roma, Italia. Las hijas distribuidas por el mundo, así como los nietos, para quienes escribí este relato. Recién ahora estamos considerando la posibilidad de regresar definitivamente a Chile.

Escrita en Roma, Italia, la madrugada del 11 de Septiembre de 2013

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