Leonardo Holgado Vargas | Memorias de exilio

Leonardo Holgado Vargas | Nicaragua



¿CÓMO FUE SU SALIDA DE CHILE?

Hace más o menos 28 años Argentina llegaba a la final del mundial de México ’86 y con mi hermana y mi madre tuvimos que volver a salir de Chile por varias razones, entre ellas: que teniendo 2 años la Berta y 6 años yo, la dictadura nos declaró formalmente apátridas, lo que hacía que no se contara nuestro avecindamiento en Chile para que una vez cumplido un año corrido nos dieran nacionalidad chilena por ius sanguinis.

Una tarde después del colegio mi madre me fue a buscar y me dijo que me despidiera de los amigos más cercanos porque nos íbamos para Argentina, donde mi padre (todavía con prohibición de ingreso) había conseguido un trabajo y podríamos reencontrarnos. Mi madre había estado muy nerviosa, porque en sus salidas a trámites por Santiago además los habituales “sapos” de la “inteligencia” había observado a varios compañeros/as clandestinos/as con pelucas, cambios en sus facciones o formas de vestir, lo que auguraba que “algo grande” pasaría.

El PC y su FPMR habían bautizado 1986 como “el año decisivo” y el PS-Almeyda (nuestro partido?) apoyaba críticamente esa perspectiva insurreccional, al igual que el MIR y otras fuerzas de izquierda.

Nos subimos a un bus en el terminal Santiago de Estación Central y todo el mundo iba bien callado (como era en general todo en este país en esa época) haciéndose los “hue’ones” y cuando llegamos a la aduana en Los Andes había que cruzar un trecho a pié hasta la aduana argentina en medio de un despliegue policial y militar intimidante, pero la gente empezaba a sonreír y cuando subimos nuevamente al bus ya era una verdadera fiesta: todos contaban chistes de merino, del pin8 y reían.

Argentina (La Rioja) era una fiesta de sol a sol, se escuchaba Virus, Soda Stereo, Enanos Verdes, los Cadillacs y no faltaba el baile en una y otra casa: salir de una dictadura desquiciada con 30.000 desaparecidos y ser campeones mundiales de fútbol era razón suficiente.

Entré a la escuela “General Belgrano”, donde tuve que aprender a leer de nuevo, porque allá no se enseña con sílabas (pa, pe, pi, po, pu), sino letra a letra (la p con la a: pa and so on) y cantábamos “Sarmiento hizo una escuela, donde los niños jugaran”, mis compañeros/as era simpáticos/as, sencillos y varios eran bisnietos/as o nietos/as de chilenos inmigrantes y me decían: “¿ashá en chile todavía dicen “gancho”, porque mi abuelo siempre dice así?”.

El problema lo tuve porque en la escuela me tuve que presentar y decir de dónde venía y dije que era nicaragüense (llevaba 6 meses sin poder decirlo, así que era una suerte de liberación), pero tenía compañeros del curso paralelo que vivían en mi calle (chilecito) que me decían “el chileno”, entonces administré lo que más pude mi doble condición hasta que mis compañeros que vivían en la siguiente cuadra hicieron un partido contra la mía y unos me decía “vení chileno vos jugás por chilecito” y los otros le contestaban: “sos boludo o porteño?, ese chango es de Nicaragua”. Resultado: jugué un tiempo en cada equipo con cada nacionalidad.

Entraba septiembre y noticias importantes llegaban desde Chile y el mundo: un comando del frente había atentado contra pin8, Daniel Ortega declaraba que Nicaragua le aseguraba la nacionalidad a quienes habíamos nacido allí (por lo que no tendríamos que seguir apátridas) y mi abuelo Agustín estaba con algunos problemas de salud, que se agravarían con el tiempo, hasta dejarlo postrado 6 años de puro susto al saber que había posibilidades del retorno a Chile de su hijo, después de 12 años.

Foto: Primero de derecha a izquierda.

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