Leonardo Holgado Vargas | Memorias de exilio

Leonardo Holgado Vargas | Nicaragua



¿QUÉ LE PRODUCE LA PALABRA CHILE?

Cuando uno es muy chico, no sabe que está exiliado, incluso recuerdo que fue fuerte tener que aprender una palabra tan fea y que además significara tanto: las conversaciones de mis padres y sus amigos, una rara sensación de ansiedad por saber de qué se trataba esa misteriosa y picante palabra que de pronto se toma todo espacio: Chile.

Como yo vivía en Nicaragua y el significado del Chile era bien preciso: un “ají” rojo pequeño, muy picante (al menos para quien tenía 4 años), no podía entender cómo mi papá y mi mamá habían logrado salir de un fruto tan pequeño y cuando preguntaba sobre el punto me decían: ‘no, jaja, es un país de Sudamérica que se llama Chile’; ‘¿Igual que el Chile que pica?, pregunté una vez; ‘Sí, se llama igual’.

Y así se comienza en la “chilenología”, ¿no?…

Después me enteré que la capital era Santiago, que había un puerto que se llamaba Valparaíso (“el más importante del océano pacífico, antes del canal de Panamá”), que tenía una Universidad con el nombre del país, que en Matucana se vendían pequenes, que había un diario de nombre “El Mercurio”, incluso una vez vi en mi casa a una tropa de chilenos/as haciendo cola para poder leer un Mercurio que había traído un chileno de visita en Managua, mientras tomaban cantidades industriales de vaina y jugaban cacho (años después entendí la paradoja de un goce tan chilenamente lacerante).

Espacio aparte merece una escena paterna: le habían dado permiso de ingreso a mi mamá, por lo que iríamos a Chile a conocer a las familias, entonces mi papá me llevó en auto al parque “Las Piedrecitas’ de Managua con el ofrecimiento de tomar un helado de limón, entonces me dice: ‘Mira, se van para Chile…’, y como yo no daba muestras de mayor interés, agregó: ‘es importante que sepas que allá no se juega béisbol como acá, allá le llaman “jugar a la pelota” al fútbol, es un juego diferente porque se juega con los pies, el objetivo es pegarle con el pie a una bola y embocarla en un arco, hay dos equipos importantes: uno de los indios y otro de los chunchos’.

De verdad que yo no entendí nada, o sea, que estuvieran en la misma frase las palabras Chile (que recién estaba dejando de ser un fruto picantísimo para ser un país), arco, bola, indios, no sé, creo que imaginé algo muy raro, porque mi respuesta, que en realidad era otra pregunta, fue algo como ‘¿Y por qué el indio no le clava una flecha a la bola y la emboca?’

En todo caso, dos horitas en Santiago, y ya en mi primera pichanguita, descifré el criptograma.

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