Irma Urrutia | Memorias de exilio

Irma Urrutia | Australia



La Familia

Tener una familia consistía en una pareja dos hijos y varios parientes por parte de mi marido me había adaptado bien a su familia, eran alegres y compartíamos horas llenas de alegría y conversaciones triviales para los momentos que se vivían, era como una forma de ignorar los hechos y nos rodeábamos de una alegría que mitigara el horror diario, y  una vida que no tenia mayores sorpresas que las que depara el dinero, faltara o sobrara,  el trabajo era bueno o sea mejor que eso, trabajar en un banco daba seguridad, teníamos turnos de noche sin saber la hora de termino y una mujer sencilla pero con una sonrisa eterna cuidaba mi hijo a quien regaloneaba y cuidaba como a los suyos ella tenía cinco  pero los más pequeños eran un poco más grandes que el mío, jugaban juntos y yo aceptaba que fueran a la casa así ella estaba tranquila y yo sabía quien estaba con mi hijo, solo le pedía que no invitara a nadie más, tenia temor de no saber quien llegara y conociera nuestra rutina.   Cuando llegábamos tarde dos o tres de la madrugada ella nos esperaba con comida calentada en la estufa a parafina unos huesos carnudos hechos estofado, con una mesa puesta para un rey.   Ella dormitaba en un sillón, le pedía que se quedara pero ella replicaba, no señora Irma me voy,   con una sonrisa que iluminaba sus ojitos negros, vivía al frente en el campamento, mezcla de tableros de madera y formas de casas, con casetas sanitarias hechas por el gobierno militar para darle más dignidad a las personas, las casetas eran echas cerca de los paneles de madera para que tuvieran una cierta condición de vivienda, la tierra, el barro, el viento están dentro de lo llamado casa, en la que vivían la pareja los hijos y siempre algún sobrino postizo de esos que no tienen donde vivir pero que son cobijados y pareciera que son parte de esta familia que no teniendo nada les sobra comprensión y aceptan a los que son más desvalidos que ellos. Mi nana Mercedes era la mamita para estas personas, sin preguntar ella los recibía y ellos salían a “trabajar si faltaba el gas y además llegaban con su pollito.  Ella me contaba sonriendo que el sobrino postizo se iba a en el micro  robar en la micro hasta el Mapocho y luego hasta a la Municipalidad de Conchalí, yo la escuchaba y sin emitir juicios sonreía y seguíamos con nuestra rutina.   Bueno le rogaba quédate no salgas con tanto frio, pero ella me replicaba no me voy, miraba a mi marido y el le decía ya nanita yo te voy a dejar, ella reclamaba no don Juan Carlos me voy sola quizás ella tenía miedo de que lo asaltaran al entrar al campamento, no nana si te vas el te va dejar en el auto. No había miedo, solo que ella llegara tan tarde a su casa y que el conviviente no fuera a crearle problemas así al llegar con el patrón se justificaba el llegar tan tarde, pero los hijos más pequeños eran su preocupación, nunca supe como dormían pero me imagino que todos juntos para capear el frio y la humedad.   El Cheo era su hijo mayor tenia quince años y en las protestas tiraba las cadenas a los transformadores de la avenida yo le pedía a la nanita que le pidiera que se cuidara todos sabíamos que el hermano del dueño del almacén era CNI, por lo tanto el peligro era grande, todos éramos cómplices en el silencio de las protestas, pero ellos sabían que nosotros éramos los únicos que tocábamos las cacerolas en las protestas porque mi hijo en la oscuridad del patio me preguntaba mamita porque apagamos las luces y yo le decía que era para que juntos tocáramos las ollas en el patio y en esta conversación en medio de la oscuridad los vecinos nos escuchaban y sabían que estaba protestando además que la población decían era de carabineros jubilados, nunca me dijeron nada pero no se sumaban a las protestas, en las protestas yo les contestaba a las ollas  o tarros que hacían sonar en el campamento y la voz de mi hijo preguntando el porqué de tanto ruido, mi marido protestaba en el banco y sin ponernos de acuerdo nos apoyábamos.

Ir a dejar a mi nanita nunca fue motivo de cuestionamiento, cuidarnos si fue el motivo de preocupación, mi hermana me había enseñado sin palabras que debíamos protegernos sin cuestionamientos.

Mi hermana y mis sobrino habían tenido que salir de Chile lo más rápido posible, ella poco o nada me había contado pero solo que se tenían que ir, su lucha en contra de la injusticia el apoyo a todo aquel que lo necesitara había provocado a los CNI de nuestra ciudad, y el Intendente se la había prometido, ella aguerrida lo desafió y bueno, le dijeron que tenían que sacarla lo antes posible de chile y así había sido.

La única forma de salir era como reunión familiar un artilugio del Gobierno Australiano para sacar personas que fuera perseguidos por el régimen militar,  pero la embajada necesitaba saber que era lo que provocaba que pidiéramos esta condición, ser delegada ante el sindicato representar a mis compañeros en las negociaciones con los jefes en el banco, pelear por nuestros derechos en condiciones de ser especiales dentro del ámbito del trabajo no evito que fuéramos perseguidos en el trabajo con carteles que decían que te encarcelarían o seguirte en la noche cuando salíamos del trabajo, quedarnos sin pega por ser comunistas, estar en una lista de los diez comunistas del banco encabezando solo por dos mujeres una chica que era demócrata cristiana que se había ido a Norteamérica ,y yo que sin militar un partido era hermana de una mujer que había dado la pelea desde siempre arriesgando su vida y sin cuestionamiento ayudando a los que eran perseguidos por los militares, estuve con ella en todo lo que había que ayudar y ahora que ella no estaba me estaban acosando y conociendo el riesgo acepte irme con mi familia al país de los canguros el miedo me estaba acechando incluso habían asaltado a mi hijo de cinco años con cuchillo, nunca supimos si eran niños o no, pero no podía arriesgar a la familia, para la embajada esto no era suficiente y una compañera del banco que supo de este problema hablo con una persona del consulado y ratifico todo lo que habíamos relatado y de esta forma fuimos aceptados, vendiendo lo que se pudo para pagar los pasajes que nos enviaban desde allá, para tener algo de dinero y no llegar a molestar a la familia, regalamos más de lo que vendimos, y el embalaje de lo que te podías llevar era la forma de no cortar con Chile la necesidad de partir sin querer hacerlo  y mi marido enfermo de miedo.  Porque el miedo enferma, no solo paraliza te duele todo, no vas de vacaciones, no regresaras a los quince días, no vas a pasear, te vas a quedar en un lugar que deseas  sea mejor que tu país, quieres no tener miedo al hablar, quieres ser respetado, quieres vivir sin temor.

Es otro tipo de temor el que te invade al exiliarte temes al idioma, al clima, al avión lo que habías conseguido con mucho trabajo y esfuerzo queda en el recuerdo queda en este país llamado Chile.

Viajamos en pleno invierno, despidiéndonos de los amigos y familiares con el deseo de tener una mejor vida, no mejor económicamente, si no con la libertad de vivir como tu optes.

Una forma de enfrentar esta osadía era disfrutar del viaje, buscar lo bello de esta aventura, ver el mar y pensar que si caíamos no nos encontrarían en esa inmensidad, ver Isla de Pascuas y guardarla en la memoria porque no se sabía cuando volverías si es que lo harías, Tahití era un mundo distinto, con un calor que nos recordaba que el invierno estaba en Chile y el calor y la vida comenzaba en las fronteras de otros lugares, exóticos, distintos y lejanos.  Enfrentarme a la policía internacional en Tahití, me angustio, sentía que me miraba como queriendo desnudarme el alma, no pasar la línea amarilla era como enfrentarme a los fusileros, me dio miedo cuando vio los pasaportes, podrían tener algo entre líneas y nos detendrían,  no fue así y seguimos, a la salida un bus nos llevaría al hotel, no conversábamos con mi marido, fue como un silencio impuesto, fue como no querer provocar la mirada de nadie, había una necesidad de pasar desapercibidos.

Estaba perdida en el tiempo, mi marido llevaba la hora de Australia en el reloj pero yo no podía entender que los tiempos fueran distintos, que si estaba oscuro sentía como que eran las nueve o diez de la noche y no las seis o siete de la tarde.  Llegamos al hotel nos llevaron a una cabaña y los niños y él se desnudaron se tiraron en las camas y durmieron  el calor era insoportable, veníamos del invierno crudo lluvioso y helado, y ahora el calor la humedad nos sofocaba, no dormí en toda la noche, el miedo a perder el avión, y que no nos entendiéramos con  el personal, me angustiaba, algo hable en francés ese que había aprendido en un liceo de provincia y en un instituto de francés y cultura, pedí que me despertaran para no perder el avión, aun no sé si el tipo me entendió, yo igual espere y no dormí.

La cabaña estaba en medio de un lugar lleno de verdor y aromas tropicales, no los recuerdo, solo mire la cabaña por si había algún vicho, o si alguien venia,  tenía que estar despierta.

Nos llevaron al aeropuerto y nos embarcamos en un avión con destino a Australiana y antes de llegar la azafata pasa con dos espray en la mano fumigando la cabina, me sentí como ganado, después supe que era según decían por evitar plagas traídas desde los diferente países, mi hermana me había dado recomendaciones de lo que no tenía que hacer, no tomar agua cruda en Tahití, pero la coca cola costo muy cara, mi hijo pequeño en el hotel no tomo jugo porque lo encontró hediondo y la comida agridulce no la comió nadie, el niño me preocupaba no quería comer, y no teníamos alternativas, era eso o nada, bueno fue nada.

Llegamos a la isla continente, nos volvieron  a fumigar  y desde el avión mirando a través de las ventanillas  los techos rojos de las casas y el verdor, buscaba inconscientemente a  la cordillera, no estaba, era todo infinito sin esa muralla de tierra y roca que se alzaba al cielo. El cielo azul y el aire templado no había frio, si mucha  humedad.

Mi hermana con mis sobrinos  se atrasaron y no llegaron  al aeropuerto, tuvimos que llamarla por teléfono, le habían dado el horario de llegada mal y bueno nos fuimos con todos nuestras cajas de cartón llenas de chile al hostal, una ciudad, calles y avenidas distintas a lo conocido, en el hostal mi hermana y sobrinos esperándonos, y mi hermano que hacia como 18 años que no lo veía, alegría, cansancio, y expectación.  Una pieza con camastros para los niños y una para nosotros, un baño.

El comedor era un salón en común con todos los inmigrantes, había filipino, iraníes, rusos, polacos, salvadoreños, colombianos, cualquiera que fuera perseguido podía pedir asilo en Australia, como dicen en el campo a caballo regalado no se le mira el diente, ser tolerante lo aprendí rápidamente, comprender que otros tienen hábitos diferente, que estas en un país muy distinto y con personas que has visto solo en películas es un todo, renegar de eso sería decir no me gusta y me voy, no se podía, tratábamos de ir más temprano que el resto, enseñarles a los niños que no debíamos hacer gestos de desagrado y no hablar fuerte, no correr, solicitar por favor y agradecer, fueron parte de los primeros aprendizajes, hubieron otros,  como solicitar con antelación la posibilidad de visitar a los parientes o amigos, no llegar sin avisar, no meter bulla, cuando nos reuníamos debíamos a aportar con lo que tu familia comería o bebería, incluso, té o café y así no generarle un gasto a la dueña de casa ya fuera en reuniones familiares o de amistades, esto se repetía y después fue un habito, lo otro era que tienes que solucionar tus problemas solito y no ser carga para la familia, eran muchas las historias que como moraleja te dejaban esa enseñanza.

A  los Latinos no les cuesta mucho adaptarse a esta sociedad de mercado, y debes hacerlo, mientras más resuelvas tus problemas menos latino pareces, las mujeres se tiñen el pelo rubio, hablan inglés y ojala sin acento para no parecer chilena, o peruana, o lo que sea, tener una gran casa con piscina y un auto enorme, ahora si te haces ciudadano mejor.  Pero conlleva jurar lealtad a la Reina de Inglaterra, y dejar de ser chileno, muchos lo han hecho porque no volverían, por mejores trabajos, o la posibilidad de ingresar a Chile como ciudadano Australiano y así pasar desapercibido. Como supervivencia se hacía eso y más, casarse con australiano era una de esas, pero luego el gobierno se dio cuenta que era una triquiñuela para la nacionalidad y pusieron más exigencias para la nacionalidad.

El gobierno te daba gratis clases de inglés y de esta forma te preparaba para independizarte del estado, ayuda por cesantía, arrendar casas más baratas en el Housing Commition, te ayudaban a buscar trabajo y además medicina gratis y asignación familiar por cada hijo.

A los niños en el colegio se les enseñaba que ese dinero era de ellos, hubieron discusiones fuerte con mi hijo mayor tenía 11 años y me pedía el dinero, bueno como buena mama chilena le respondí que éramos nosotros quienes manejábamos el dinero,  que era de ellos que seria para zapatillas, o algo que ellos necesitaran, pero no se los entregaríamos, teníamos que funcionar como familia y no como individuos. No le gusto,  pero tuvo que aceptar, era fuerte, luchar con las costumbres propias de los australianos y los conceptos que teníamos nosotros como grupo familiar, pero así seria, en otra oportunidad estando en casa conversando y riéndonos mi marido levanto la mano en contra del más pequeño y este le dijo levantando el dedo” dont touch me, i call de pólice” nos miramos riendo y sin entender lo que el niño decía, el papa se vuelve y lo mira y le pregunta que pasa y el niño le vuelve a decir en ingles” no me toques o yo llamo a la policía, le preguntamos que quien le había dicho eso le respondió, la profesora en el colegio, nos sorprendió, nos dejo perplejos, yo siempre les había dicho que tenían que defenderse con palabras y sin groserías pero llamar a la policía, el miedo me paralizo, me sentía vigilada.  Enmudecimos y solo lo contábamos como anécdota pero nunca enfrentamos  como derechos de los niños, no los teníamos incorporados.

El Plebiscito nos reunió con otros chilenos, Rodolfo estaba en Australia, allá lo conocimos a él, y a su familia, compartimos con el gran dirigente sindical al que escuchábamos y admirábamos, quien nos inspiraba y a quien respetábamos porque había peleado contra la Dictadura y lo habían encarcelado,  también era un exiliado como nosotros, pero el plebiscito llego y desde el extranjero vivíamos semejante hazaña.

La  radio en español relatando los acontecimientos los chilenos llamando e incrédulos apoyaban el momento histórico otros aun con temor, y la voz de unos CNI amenazándonos diciendo que al director de la radio lo tenían en la mira, que matarían a todos los comunistas en Australia, enmudecimos, estaban allá, como salvarnos del miedo, si ellos nos seguían.  Llamamos a la radio y con toda la angustia del momento les respondimos que seguiríamos creyendo en la democracia y no les temeríamos  desafiamos a sus amenazas con la certeza que no nos amedrentarían, seguiríamos expresando con palabras los gritos que teníamos guardados en el alma. Las muertes, las vejaciones, los apresados, los perseguidos, y nosotros los exiliados, que tuvimos que salir arrancando que dejamos nuestras vidas inconclusas, que nuestros hogares se embalaron en cajas de cartón, que la pausa que pusimos en la vida cotidiana se transformo en el cierre definitivo a la vida en chile.

Huir por sobrevivencia, huir de la oscuridad, huir, huir, huir.

Tuvimos que aprender a socializar en ingles, tuvimos que aprender las normas australianas, aprendimos que no siempre seriamos aceptados por el color de la piel o el cabello, nuestros rasgos podían ser latinos, pero si tenían odio por los iraquíes seriamos iraquíes, o afganos o lo que fuera que no fuera rubio y de ojos azules o verdes.

Conocer el paisaje que siempre tenía algo de chile el color del mar pero no así el aroma, ese olor a cochayuyo fuerte que se queda en los sentidos, la fuerza del mar que rompe en las olas con la fuerza de la vida, que mueve las profundidades para que sus habitantes se regocijen con su frutal sustancia, ese mar que dice tranquilo te baña, y no es así, es lleno de energía, lleno de fuerza, profundo y misterioso.  Este era calmo tibio y muy claro, no menos bello, no menos generoso, era distinto, no era el nuestro.

En busca de las profundas energías patrias, decidimos ir a la playa bajo un sol que brillante y cálido nos recibiría, bajamos hacia una playa blanca extensa y con un mar calmo, con olas suaves que acariciaban la orilla, pero que no invitaban a entrar sabíamos que solo teníamos que mirar, solo bañarnos en donde el letrero así lo autorizara, esas aguas tenían habitantes feroces y rápidos que sorprendían al inocente que buscaba entre esas azules aguas disfrutar de la frescura de sus olas escapando del cálido sol, había que ser cauto, había que tener precaución no ser osado.  Comenzamos a bajar esos peldaños pegados a la arena para que el turista tuviera la comodidad de desplazarse no nos hundíamos  no nos quemábamos en la arena caliente, estaba pensado para tu confort,  solo nosotros y al final de esta escalera, una persona que en una silla de playa leía el diario, mi pequeño corrió cerca de ella y la rodeo sin acercarse ni tocarla era un niño corriendo y jugando con el viento, cerca yo lo seguía y ella lo mira con rabia y comienza a murmura en ingles, palabras llenas de odio y rabia, el niño no la escucha y si lo hace no le hace caso, era él y el viento, me quedo cerca mientras mi marido y mi hijo mayor cerca de la orilla no se dan cuenta de lo que ocurre, ellos eran distintos a nosotros dos, yo morena pelo negro y ojos café, mi niño tiene mis rasgos y el porte de su padre, le hablo en ingles un inglés que indica que soy hispana pero que le dice a la mujer, te entiendo se lo murmuras y no te tengo temor, llamo al niño con ternura le pido que me espere, ella nos observa con enojo en un rostro de mujer que podría ser común y corriente pero que encerraba el racismo que no conocía, y fue sorpresivo me asusto, me hizo verme lejos de los míos de los que creemos son iguales pero que no lo son.  Mis hermanos, los de mis raíces también me habían asustado y me  habían expulsado de mi país, en donde quería estar en donde quería que mis hijos crecieran, donde quería despertar y dormir, donde quería oler la tierra mojada y sentir el frio de las mañanas de invierno donde la montaña nos recordaba que sus blancas cumbres eran la promesa de una primavera llena de color y verdor, con cerezos en flor y con la promesa de un verano rico en aromas y sabores llenos de mi tierra.  Nos regresamos no fue buena la experiencia y la playa se olvido;  en silencio se inicio el regreso era mucha mi angustia la que guarde para no contaminar a los niños y a mi marido los que querían encontrar en esta tierra, hermosura, para mitigar la añoranza de nuestra tierra, la música llenaba los silencios, Mercedes Sosa nos hacia corear con mucho sentimiento la letra que ocultaba los dolores que se quedaban en el silencio del camino.

Después de asistir a clases de inglés las que servían para darte seguridad y desenvolverte en un medio en el que no hablarían tu idioma en el cual son muchos los inmigrantes con acentos que dificultan la comprensión del idioma son diferentes razas, con idiomas  que solo te puedes imaginar,  acentos  que solo intensificaban y reforzaban la realidad éramos extranjeros y sus rostros llenos de preguntas, rostros que al igual que el mío guardaban secretos temores.

La isla continente, abría sus ciudades a personas a seres que no eran ignorantes,  eran muchos los que aportaban un gran bagaje de conocimientos, desde el campesino u obrero como también encontrabas profesionales,  médicos, profesores, periodistas, secretarias, constructores, técnicos y muchos que enriquecían a la sociedad australiana, ellos colaboraban con el asilo, los exiliados con años de conocimientos, la ayuda que significaba un nuevo comienzo, se retribuía con trabajo y un abanico de culturas que enriquecían a la sociedad australiana además de un deseo en común, de una mejor sociedad.

Estudie y me sentía con fuerzas para comenzar a trabajar necesitaba aportar a mi hogar no porque no alcanzara para vivir si no porque desde que llegamos a este país, quisimos volver, no seria para siempre, volveríamos, no nos acostumbraríamos a la comodidad, al dinero, ni al paisaje, el horizonte era CHILE.  Mi primer trabajo fue haciendo aseo en oficinas, miles de escritorios e infinitas sillas, mi compañera una mujer chilena que tenia cansancio en el cuerpo, mujer sencilla pero con deseos de cambiar su rutina diaria, su soledad, el vacio en el que quedábamos después que los hijos o nietos se iban al colegio, las murallas de los departamentos o de las casas se hacían eternas, las mujeres teníamos que buscar algo que aportara a la independencia del marido o de los hijos, y con eso mitigábamos la soledad y el hastió.

El trabajo era simple, hacer aseo, limpiar ciento de tachos de basura cambiar bolsas y limpiar los escritorios, pasar la aspiradora en un piso que era como una cancha de foot-ball, enorme, mi compañera no alcanzaba a realizar ni la mitad del lugar era lenta, un día el supervisor que era iraquí, un hombre tosco y bruto, la comenzó a retar le dijo que era una hija de puta que era una gusana, en ingles nos decían así por lo arrastrados, y una infinidad de groserías, y ella no entendía nada, me enfurecí y comencé a decirle que quien era él para tratar así a una mujer, el también era un inmigrante, y después de descargar mi rabia le dije que quería conversar con el gerente porque ella y yo nos íbamos, se puso rojo, y no me respondió nada, cuando llego el gerente, le explique que no haríamos nada mas ya que este señor nos había insultado, y que no lo aceptaríamos, nos pidió que no lo hiciéramos que el hablaría  con el supervisor y que termináramos el trabajo, le pregunte a mí compañera y le explique lo que había ocurrido, ella me escucho  me miro y dándome las gracias por lo ocurrido decidimos solicitar al gerente hacer este piso yo y mi compañera el otro que era menos y ella podría hacerlo mejor, el acepto y seguimos haciendo aseo.

Cuando llegue al piso lo observe y reflexione me quede con un enorme, enorme piso, no alcanzaba y tenía que correr y correr, y lo peor era limpiar los baños, mi marido me había pedido que no tocara nada para no contagiarme de sida, así que con el escobillón limpiaba las murallas de los baños rociando con mucho cloro, y desinfectantes que son muy concentrados por lo tanto efectivos y así evitando tocar o tener contacto con los sanitarios limpiaba con desconfianza los baños, el sida, la hepatitis eran enfermedades fáciles de contagiar, a mi compañera caminando por la playa con chalas se le enterró una jeringa en el pie y le estaban haciendo exámenes por el temor de contagios de hepatitis o sida, ya que los adictos dejaban las jeringas en la arena y era fácil pincharse con las agujas, entonces no era menor tener precauciones, una infección en un clima semi-tropical se desarrolla con una fuerza inusitada, que provocaba mucho daño y si te estás adaptando al clima tenias que tratar de evitar cualquier problema de salud, eran muchas las historias de infecciones por un simple raspón, o con un cuchillo al pelar una papa, un simple corte se transformaba en una infección que te atacaba rápidamente.  Entonces las precauciones eran múltiples, yo no entendía porque los australianos andaban con chalas de plásticos las comunes jaguayanas en el patio de las casas, y al entrar a su hogar se las sacaban y andaban descalzos en la casa, al comienzo pensaba, debe ser para que este más limpio o sentirse más frescos, gran error, viendo un programa en la televisión, aprendí que una araña de muchas que son venenosas vivía en el pasto, haciendo agujeros y mordiéndote cuando caminabas sobre el pasto, debías avisar a la policía para que en menos de una hora debieran colocarte un antídoto, las red back, parientes de la araña de trigo, era mortal, y se criaba en los maceteros, o sea bajo de ellos, a si que había que fumigar todas las semanas las casas, las aspiradoras eran infaltables y el aseo en los baños extremo para evitar contagios con hongos u otra infección.

Bueno, no era fácil vivir en un país en el que las arañas, serpientes y una serie de insectos con una gama de venenos variados que incluían  hasta hormigas, tenias que cuidarte porque si no había que correr al hospital para tratamientos especiales.

Mi marido me llevaba al trabajo incluíamos a los niños,  me esperaban hasta que salía, para mi eran tres cortísimas horas en las que corría para dejar lo más limpio que podía, lo bueno que los oficinistas no ensuciaban demasiado así que miraba y donde había que ser mas meticuloso lo era, si no un paño mágico dejaba brillante y a sacar la bolsa de la basura y venga el otro. El incidente con el supervisor grosero me impulso a buscar otro tipo de trabajo, ese en el cual había trabajado en chile, como digitadora, fue un gran desafío debido a que tenía que solicitar la entrevista por teléfono, anotar la dirección y comprender lo que me preguntaran, era todo bastante repetitivo, pero no todos hablaban un inglés muy claro, buscamos en el diario y después de verificar las direcciones llame y   quede me citaron a un examen, lo pase con merito, y quede seleccionada para trabajar para un banco, luego esta empresa tomo diversos trabajos y yo seguí con ellos, comprender las indicaciones del trabajo no fue fácil, mirar bastante y la suerte de tener compañeros sudamericanos me ayudo, teníamos unas compañeras de china que nos confundían con Brasil o Argentina, para ellos no existíamos como país, mientras que nosotros conocíamos por lo menos las diferencias de idiomas y culturas, y sobre todo la ubicación en el mapa, esta compañera era medico, pero mientras no pudiera aprender un inglés técnico que es el que dominas en tu especialidad no puedes ejercer tu profesión, y ella no podría trabajar como medica, una mujer seria y poco  conversadora no gustaba mucho del país pero tenía que seguir, decía que añoraba irse.  Tenía la misma sensación que ella pero me conformaba con mi hermana y sus hijos, y algunos amigos chilenos que estaban ya por largos años en la isla continente, pero la conversación en común era hablar de chile de lo que ocurrió y de lo que la familia les comunicaba.  Además de leer diario en español y escuchar radio con noticias de chile con lo que acontecía políticamente y socialmente a nuestros hermanos, era el cordón umbilical que nos unía a la patria a ese diario vivir pero distante, éramos observadores de lo que acontecía a nuestros hermanos, desde la otra vereda, mejor dicho desde el otro lado del mundo.

Todos los que se van obligados tienen como norte no olvidar es necesario para seguir perteneciendo a ese terruño que los vio nacer en el que queda la niñez y la juventud con sus más puros ideales, y sus más dolorosos recuerdos.  A veces la distancia se cree borra los dolores o los mitiga creo que los profundiza es imposible olvidar, las heridas no cierran, algo siempre las transforma en carne viva, un día en que el silencio me asfixiaba  me cuestione el haber peleado por los derechos de vida y de trabajo, quizás si hubiera sido como muchos que pasaron todos esos años solo pensando en trabajar y tener una mujer e hijos sin cuestionar aceptando las mentiras y viviendo la vida como si nada ocurriera, porque yo no lo hice tal vez hoy todavía estaría en el banco aun tendría mi casa y mis cosas y una vida simple.  Pero de la pena salte a la rabia y me rebele, no podría haberlo hecho, tendría que haber nacido de nuevo y castrar mis ansias de justicia, noo!! Lucharía por no dejarme vencer, disfrutaría lo que tenia, aunque despertara sintiendo el olor de las micros en Santiago, aunque leyendo “Los zarpazos del Puma”, tuviera nauseas y mis lagrimas no se contuvieran en mis ojos, no me arrepiento de nada me dije, no sería jamás un observador pasivo del dolor y de los vejámenes ocurridos.  No, no me vencería la nostalgia, volvería a Chile, cómo y cuando no savia, pero era mi propósito y lo realizaríamos costara lo que costara. Mi vida estaba inconclusa había quedado en el aeropuerto y se partió en dos, tendría la continuidad cuando volviéramos, cuando el desafío fuera realmente vivir.

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