Irma Urrutia | Memorias de exilio

Irma Urrutia | Australia



Los Hermanos

Mi hermano cuando viajo a Australia era un joven con ilusiones, hoy era un hombre canoso grueso y cansado, lo silencioso seguía siendo su sello, siempre fue de pocas palabras y hoy nos reencontrábamos no como la hermana pequeña, sino como la mujer la madre que trae experiencias que él no conoció, estar allá con marido y dos niños fue quizás una sorpresa, no sé si agradable, pero si siento que sintió que algo de la familia que él había dejado al marchar, se reencontraba.

Conocernos de nuevo cada uno con su familia fue una experiencia extraña, mientras que con mi hermana todo era de besos y lagrimas con abrazos llenos de cariño  y ternura, ellos nos observaban muy compuestos mi hermana y yo no dejábamos de hacernos cariño, mi amor por ella y mis sobrinos es enorme habíamos pasado muchos dolores y alegrías juntos, nos habíamos apoyado en todo y hoy después de un año estábamos juntos, ellos eran todo nerviosismo, se habían atrasado en ir a buscarnos al aeropuerto les dieron erróneamente la hora de llegada, mi hermana estaba con un brazo con yeso se lo había quebrado, pero estaba emocionada y feliz, tenía a su gordita con ella, y yo a mi hermanita querida.

Ella siempre había estado conmigo de niña me leía poesías y hacia volar mi imaginación hacia las estrellas, oír sus conversaciones de arte de ballet de música y pintura me hacían admirarla y respetarla, sus ideales y convicciones me mostraron los caminos de la justicia, y también descubrir la religión como el arte de meditar todo provenía de ella, mi madre confiaba totalmente en ella sabía que su hija mayor era muy inteligente, con una inteligencia superior y con la gracia de una mujer femenina y generosa, que lo que Rosita me enseñara no podía ser malo.

Mis hermanos eran tan distintos y tan iguales, mi hermano con la habilidad en sus manos para pintar, dibujar y tallar. No solo pintaba un paisaje él le daba un toque de profundidad y una sutil realidad a lo que representaba, había pasión en sus pinturas los oleos de gallos de pelea con la fuerza y fiereza que los caracteriza, o en el descanso de un león en la jungla africana, con la mirada perdida en el horizonte y enfrentando el viento que le movía la melena, está en reposo y a la vez oteando el horizonte.  Podías sentir la brisa cálida de la sabana africana, podías ver el brillo de los ojos pardo de la bestia que en reposo era majestuosa.  Mi hermano tallaba la madera y la transformaba, de joven adolecente hacia aviones que al volar echaban humo, como lo hacía no sé, pero mis ojos de niña se deslumbraban al ver el ingenio de este niño joven.

Hermoso, un moreno que lo caracterizaba su amabilidad, atento y gentil, excelente nadador se deslizaba sobre la superficie del agua con gracia y rapidez eso había moldeado su cuerpo, casi no fumaba y tampoco bebía, tenía muchas chicas que lo buscaban y el silencioso no contaba nada, pero nosotras si las conocíamos y descubríamos facetas desconocidas del hermano.  El entre dos mujeres era el regalón de mi madre, bueno también se aprovechaba y me pedía que lo consintiera y yo obedecía había estado en la fuerza aérea en la escuela de especialidades y cuando venia el fin de semana lo esperábamos con dos kuchen de manzanas solo para él, y las mejores marcas para que vistiera de civil, nunca fue un militar solo, era un joven aceptando las decisiones de su madre, cuando me contaba de cómo había que bajar un cerro o cómo comportarse en la mesa al comer, y como era el paso regular al marchar, novedades de un mundo desconocido.  Casi juegos de niños pero que me hacían admirar a este joven que me dedicaba atención y me mostraba un mundo distinto el de los hombres, el mundo de los uniformados, conocer como se desenvolvían  en un mundo militar, donde la disciplina era parte del día a día, después de tres años, fue enviado a la Base Aérea de Quinteros, se había especializado en tornos, lo visitamos con mi madre en Quinteros y la calma del balneario y el mar creaba un hermoso lugar, varios veranos fueron parte de mi juventud y de la compañía de mi hermano, hasta que decidió que no quería seguir porque se confronto con un oficial que lo mando a hacerle el jardín, él le respondió que no era su empleado y pidió la baja.  Después de eso se regreso a la ciudad de heroica, cerca de la montaña y rodeada de campos agrícolas, después de un tiempo decidió irse a Australia, en busca de mejores horizontes, visito el país cuando mi madre enfermo y estuvo para llevarla hasta el Cementerio en donde concretamos quedar huérfanos, el regreso a este país que le entregaba algo más que el día a día, lo hizo construir una familia.

Hoy nos reencontrábamos, con una familia que no él no conocía, con dos niños y un marido una situación que escapaba de toda continuidad, yo era otra persona, había saltado de la joven a la mujer en cuestión de segundos, en la realidad más de diez años habían pasado.

Años de silencios, años de ausencias, cada cual hizo un camino que hoy se cruzaba, no habían preguntas solo observar y aceptar, quizás analizar si la niña que el recordaba estaba en esta mujer, si mantenía los rasgos de la niña que fue, pero lo que esta mujer pensaba y sentía nunca lo pregunto, no tuvo la curiosidad para buscar no hubieron porque, ni cuándo.   Aceptarse es parte de la vida, aceptarse es parte del amor, y nos aceptamos sin preguntar.  Yo me reencontraba con parte de mi infancia y eso me hizo feliz, que mis hijos conocieran al tío Lalo era una experiencia única, se que quedaron muchos silencios, el no hablaba, y yo solo quería saber algo más de mi hermano.

Hubieron momentos en que si estuvimos juntos pero hablar del pasado no era tema, solo socializar y quizás aquilatar el compartir y la alegría que eso provocaba.

Con mi hermana la relación siempre había sido distinta, ella mas mama que hermana me protegía y deseaba darme las comodidades que ella no había tenido, evitar dolores que no quería que se repitieran en nosotros, visitarnos siempre llamarnos y apoyarnos era la continuación con la vida que habíamos tenido en Chile, estar en Australia era como tener un mecano que sin la guía tienes que armar, seguíamos haciendo lo que hacíamos en chile, con los amigos se repetían las comidas con sabores chilenos, y las tardes de música folklórica y todo rodeado de un ambiente caluroso con una humedad que no te permitía agitarte, con tormentas eléctricas que eran como si el cielo se desgarrara, con cortinas de lluvia que todo lo inundaban, con lluvias que se transformaban en granizos, que hundían los techos de los autos y rompían las tejas rojas de las casas.  Después de una tormenta de esas los techos estaban tapados con plásticos azules para evitar que se llovieran las casas, mientras los seguros de las casas eran activados, y los albañiles reparaban los techos rojos.

Y nosotros con el pensamiento en chile.

Como ser feliz cuando estas partido en dos, como no idealizar tu tierra cuando estas rodeado de seres vivos que pueden matarte, los  miedos con otras vestimentas aparecían cubiertos con una capa de precaución, no hablar por teléfono cuando hay tormenta, no dejar de hacer aseo por temor a las arañas, el pasto el que se cortaba todas las semanas para que no se críen insectos o culebras venenosas, no hacer huertos por las ratas, no bañarte donde el letrero tiene la figura de un tiburón y así una largo etc.

Pero el temor más grande era que un familiar en Chile muriera, como llegar a tiempo, a tiempo de dar el último beso, para sentir la caricia que te acompaño desde niño, o que te dejaran entrar,  cruzar la valla de policía internacional para llegar hasta el hospital o la iglesia o por último al cementerio, pero llegar.  Mi marido lo sufría a diario, el no quería que ocurriera esa instancia, se hacía más patente el miedo a no ver a su madre, esa mujer que tenia tanto amor por todos sus nietos y que  luchaba por no hacer la diferencia entre las nueras. las dos recibían lo mismo, como los hijos y como los nietos, nadie podía decir que ella no fuera equitativa y que tuvo preferencias.  La abueli como cariñosamente todos le dicen es luchadora, siempre apoyando, siempre dispuesta a solucionar si tenias problemas, ella la que nada tenía, lo daba todo.

La vida siempre sigue su curso nada permite que el tiempo se detenga, aunque lo sientas como si la vida estuviera en pausa.  Los trabajos variaron, los acontecimientos se sucedieron y conocimos como vivía un australiano medio, ese que puede darse gustos, que en nuestro país es de algunos, de aquellos que ostentan privilegios, un obrero en Australia juega golf, tiene lancha y bueno casas que ni en la Dehesa existen, las piscinas los viajes y el acceso a todo, es democrático en la isla continente, desde el obrero que llega en auto Ferrari hasta la construcción  o los que a diario usaban helicópteros para llegar en menos tiempo. Bueno la vida nos mostro que lo económico esta para que todos lo disfruten y no para ser motivo de diferencias, a pesar que igual existen.

La melancolía que se producía al  acompañar al aeropuerto a los que por vacaciones viajaban a Chile era inevitable, pero los que volvían aquellos que dejaban todo por Chile, era abrir la herida y morderte los labios para no aullar de dolor, era imposible no llorar, era imposible no sufrir los sueños volaban en cada avión que veías surcar los cielos azules o rojizos de ese continente, bello y lejano, mirar la noche estrellada y descubrir las luces parpadeantes que indicaban que los sueños volaban muy alto, y el sol recostándose sobre el horizonte era el despertar de la cordillera chilena.

Una tarde fría después de una tormenta y bajo una carpa frente a una bella playa de arenas blancas con bosques que caían al mar, mi marido me hizo un regalo.   Un estuche que aterciopelado se escurría entre mis manos, pensé un collar, con que lo luciré si aquí las poleras y short son las vestimentas usuales, ser elegante no es el estilo en Australia, por sobre todo lo simple y cómodo es lo que se hace.  Pero mi imaginación volaba pensado en que podría ser, anillo no porque el estuche era muy grande, y mirándolo a sus ojos buscaba una respuesta a tanta incógnita, a nuestro alrededor los amigos y nuestros hijos nos miraban entre risas y comentarios que provocaban aumentar el misterio.

Al abrir encuentro un documento muy doblado lo comienzo a desdoblar y al leer las lagrimas rodaban y rodaban sin poder hablar nos abrazamos y lloramos juntos, los demás nos miraban y el silencio era emocionante, nos besamos y les contamos que regresaríamos a Chile, el había hecho la gestión con la Cruz Roja Internacional y nos indicaban la fecha de regreso a nuestra patria.

En el mes de Marzo de 1992 a las 14:00 hrs, llegamos a Santiago de Chile, la familia nos esperaba con el corazón lleno de gozo y ya no había lágrimas ni dolor.

COMPARTIR ESTE TESTIMONIO EN