Cristina Toro Jara | Memorias de exilio

Cristina Toro Jara | Rusia



“Recién egresada del Instituto Superior de Comercio N°4 en el año 1970, ubicado en Santiago de Chile, en el paradero 8 de la Gran Avenida, y titulada Contador General ingresé a trabajar en el Departamento de Contabilidad de Socoagro S.A. Una empresa estatal encargada de la Comercialización y Faenamiento de Carne de Vacuno en el país, la que además contaba con una Planta de Refrigeración llamada Lo Valledor. El inicio de mi desempeño profesional coincidió con los grandes cambios sociales en nuestro país, cuya efervescencia produjo en mí grandes deseos de ser parte de todo lo que ocurría en aquel entonces. Provengo de una familia con ideales progresistas y comprometida, personas que llegaron inclusive a desempeñar cargos de importancia en el triunfante Gobierno de Salvador Allende. Ingresé sin dudar a las Juventudes Comunistas en la población “Mussa”, la actual San Joaquín, lugar en donde vivíamos con mis padres, siendo posteriormente mi militancia trasladada a la primera comuna debido a que estaba trabajando en Socoagro ubicada en Teatinos 20, justo a un costado de La Moneda. Este período de nuestra historia estuvo lleno de grandes experiencias, de activa participación en todos los frentes. Esto debía ser así ya que estábamos tratando de construir una sociedad más justa para todos. Por eso mismo fue que me integré en forma activa a la campaña presidencial de Salvador Allende que estaba en plena realización. Las aspiraciones de todos los jóvenes de aquel entonces estaban fuertemente dirigidas a lograr por fin una justicia social verdadera. Así nació en mí la necesidad de obtener más conocimientos, de perfeccionarme y así poder aportar mejor a la nueva sociedad que se estaba construyendo. Motivada por estos sentimientos y aspiraciones, decidí postular a una beca, de las que se ofrecen en varios países, y yo escogí la que otorgaba entonces la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), país al que admiraba y que deseaba realmente conocer, ya que era la cuna del socialismo mundial. Presenté mis documentos al Centro de Cultura Soviético, (actualmente Centro de Ciencia y Cultura de Rusia), siendo aceptada junto a otros jóvenes que también habían aspirado a obtener la misma beca. Fui integrante del último grupo de jóvenes de aquel año 1973, que llegó a ser el más numeroso en la historia de Chile.

Entre este centenar de futuros estudiantes había jóvenes provenientes de la Central Única de Trabajadores y todos teníamos un solo y mismo sueño: “Volver a la Patria convertidos en profesionales, dispuestos a integrarse a las tareas, cualesquiera que estas fueren. De esta manera pensábamos apoyar todas las buenas ideas y proyectos que comprendía el Programa del presidente Allende. Viajé el 21 de agosto de 1973 a Moscú, imbuída de las nuevas ideas y llena de entusiasmo y esperanza.

Un poco sobre mi familia:

Mi padre, Germán Toro Herrera (Q.E.P.D.-10.XI. 2012) era funcionario del Comité Central del Partido Comunista. Mi madre, Marta Jara (Q.E.P.D.- 16.02.2014) era dueña de casa y estaba encargada de nuestra crianza, de proporcionarnos todo el bienestar posible; ella se ocupaba de que estuviéramos sanos y bien cuidados. No le gustaba mucho hablar de política y sin embargo respetaba los ideales de mi padre. Creo que fue por esta razón que mis padres no me pusieron dificultades ante mi decisión de viajar al extranjero, cosa que les agradeceré por siempre. Pronto les tocaría a ellos también marchar al exilio en la misma URSS, en la ciudad de Zaporozhie, la actual Ucrania.

Unión Soviética:

Recuerdo el día en que aterrizamos en suelo soviético como un día muy oscuro, frío y muy lluvioso, lo que hizo que no me sintiera muy alegre al llegar a ese país. En el aeropuerto nos esperaban traductores españoles y representantes de la Universidad Patricio Lumumba, eran de la misma Universidad en que empezaría un poco más tarde mis estudios. Subimos todos a unos buses que nos trasladaron hacia el lugar de residencia de esa misma casa de estudio. No pudimos apreciar mucho, debido a las ventanas empañadas de humedad, la belleza que realmente nos rodeaba. Me parecía todo gigante! Muchos edificios de departamentos, todos muy altos, grandes parques y anchas avenidas…todo era nuevo para mí. Ingresamos a un block de Cuarentena, procedimiento de rutina que todo estudiante extranjero recién llegado debía cumplir antes de entrar a la Preparatoria. Los exámenes médicos eran rigurosos para descartar cualquier enfermedad que pudiese ser contagiosa. Nos parecía una buena medida ya que así se evitaba propagar allí enfermedades que podían provenir de otros continentes. Ya comenzábamos a disfrutar de los beneficios de una medicina gratuita que como política de Estado se aplicaba equitativamente en todo el territorio de la URSS.

Estábamos cumpliendo con todos estos protocolos de salud cuando nos enteramos del Golpe Militar en Chile el 11 de septiembre, convirtiéndose en el peor y más terrible de nuestros días. Es difícil transmitir en simples palabras los sentimientos que nos embargaban ante semejante noticia, estábamos consternados.

Recién llegados a este país y al conocer esta horrible noticia nos hizo sentir náufragos, a la deriva en un gran océano, sin divisar horizontes…..recuerdo que entre mares de lágrimas, sollozos y súplicas solicitábamos a las autoridades del lugar nos dejaran regresar al país……pensábamos en nuestros seres queridos, en que ocurriría con ellos, y un millón de preguntas más nos atormentaban. La decisión por parte de las autoridades Soviéticas fue no permitir nuestras salidas por razones de seguridad. Éramos jóvenes comunistas, revolucionarios y nos encontrábamos en el país más temido de toda la historia de la Humanidad, Unión Soviética!…constituíamos un peligro para la Dictadura de Pinochet.

Comienzo del Exilio Forzado:

Mi salida del país fue legal hasta el 11 de septiembre de 1973. Mi propósito era estudiar, perfeccionarme y luego reintegrarme a nuestra Sociedad en construcción. Estos nobles objetivos eran de casi todos los jóvenes de aquella época pero el Golpe Militar cambió de raíz nuestras perspectivas derrumbando nuestros sueños como sujetos históricos, destruyendo además a todas nuestras familias cuyas ideas eran progresistas, fusilando a seres inocentes, violando en forma bárbara nuestro derecho a la vida y libertad de pensamiento, sumiendo al mismo tiempo a muchas madres, hasta el día de hoy, en uno de los más horrendos sufrimientos que puede experimentar un ser humano, el desconocimiento del paradero de sus seres queridos……me pregunto: ¿era necesario actuar así? ¿Castigarnos por pensar distinto y por desear el bien a toda una nación?

El odio y persecución política del régimen golpista se manifestó también en un Decreto para un listado de personas con prohibición de entrada al país, en el cual estaba yo, y por lo mismo no pude regresar a Chile mientras estuvo en el poder el Régimen Militar. Este castigo por parte de la Junta consistía en poner una “L” al pasaporte nacional, lo que significaba que podía viajar a cualquier parte del mundo…menos Chile. ¿Se puede considerar justo algo así?…no tenía 21 años al salir de Chile, mi deber era volver a la patria e integrarme y ser partícipe de los cambios en la nueva sociedad en formación. Esta imposibilidad de retorno me originó una tremenda frustración como joven revolucionaria.

No pude entregar mis conocimientos y mi juventud ansiosa de hacer cosas justas para todos. Han transcurrido 42 años de vida en exilio.

Gracias a la fraternal política de la ex-URSS hacia los revolucionarios de todos los Pueblos del mundo, y gracias a la actitud solidaria de muchos otros países, fueron acogidos cientos de chilenos junto a sus familias, quienes en su mayoría se encontraban en situación de riesgo para sus vidas, y en el caso nuestro el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y la Cruz Roja Internacional nos otorgaron el status de emigrante político. Gracias a este nuevo status no me sentía “despatriada”, o sea, sin patria…aunque en el fondo de mi alma el sentimiento era justamente ese…de sentirme huérfana y sin Patria, desvinculada cruelmente de un día para otro de todo lo que componía mi mundo emocional y afectivo, familiar, de mis amistades con las que crecí y me formé y viéndome además obligada repentinamente a aceptar la patria sustituta, porque realmente no tenía a donde ir.

Así comienza el quiebre de nuestra personalidad: de saberse perteneciente a Nada y a Nadie. Muy poco se ha estudiado en el sentir de un emigrante-inmigrante…el real significado de asumir realidades totalmente distintas y adversas, siendo la adaptación siempre muy dolorosa y llena de sufrimientos. Comprendo perfectamente que esto se ajusta principalmente a los emigrantes políticos, los perseguidos y castigados con el desarraigo, el destierro. Jamás tuve como meta irme a vivir a otro país. Deseaba fielmente cumplir mis sueños revolucionarios al regresar, aportando un granito de arena en la construcción de la sociedad arrebatada brutalmente por la Dictadura.

El documento otorgado por la Unión Soviética me permitió rescatar sentimientos de cordura y continuar una vida normal. Pero el tiempo transcurría y yo continuaba mis estudios en la Universidad Estatal de Moscú llamada “Lomonósov” llegando a titularme de Psicóloga. Formé familia con chileno, nacen mis hijos y ellos se sienten rusos. Este es otro de los sufrimientos que he sentido como madre chilena. Rusia es la patria de mis hijos, a pesar de mis intentos por inculcarles nuestra cultura chilena…ya que siempre ha sido más fuerte el medio en que se vive. Esta situación me hizo admitir con dolor que la patria de mis hijos es la que los vio nacer y crecer. Mi único deseo para todos los hijos nacidos en el exilio, entre los cuales están los míos, no sufran mi experiencia, la pérdida de la patria. Mi juventud y desempeño profesional en la sociedad soviética marcaron profundamente mi nueva personalidad. Tengo nuevos puntos de vista, nuevos enfoques con respecto a los asuntos políticos. Este nuevo estado mental, nacido por las circunstancias que me tocó vivir, me motivó a investigar y observar largos años las secuelas del Exilio, tales como: la desvinculación familiar, social, territorial y diversos problemas en el área afectiva, emocional y conductual. Somos Sujetos Históricos, víctimas y testigos de uno de los procesos más antidemocráticos y más crueles de toda la Historia de la Humanidad ¡como lo es la Dictadura Militar! … siendo el destierro, llamado más modernamente “Exilio”, una de las tantas formas inhumanas de operar de estos regímenes.

A mi familia se le proporcionó un departamento en un barrio muy bello, como todos los otros que existen en Moscú. Hemos vivido junto a familias rusas con tratos humanos y afectuosos, de máximo respeto haciéndonos sentir dignos como personas. Hemos además vivido junto a ellos todos los cambios socio-económicos de este maravilloso país, lo que también ha implicado nuevas dificultades en este Exilio Forzado para nosotros…pero todos superables…recordemos que la ex-URSS es, ha sido y será el país más solidario que hemos conocido, el cual inclusive llegó muchas veces a postergar a su propia población en aras de ayudar al prójimo.

Mi historia de Exilio se la dedico a todos los emigrantes del mundo! especialmente a los Políticos Emigrantes. Si bien es cierto, que a pesar de las adversidades que tuvimos que enfrentar desde muy jóvenes, puedo asegurar con firmeza que en el transcurso de todos estos años no perdimos como personas los valores que trajimos desde Chile que son inherentes a nosotros; una parte de estos valores entregados por la educación obtenida en la patria y la otra, la principal, que es la que nos dieron nuestros padres: sentimientos profundos y firmes los cuales nos hicieron soportar la adaptación impuesta por el arbitrario Régimen Militar. Es más, nos hicimos más fuertes, más amplios de criterio, menos egoístas, más maduros y, lo más importante del caso, nos hizo ser Tolerantes ante todo lo que resultaba diferente a nuestras ideas y modos de pensar. Claro, crecimos como personas…pero hubiese preferido hacerlo en mi propia Patria, en lugar de haber tenido que sufrir este dolor de convertirme en una persona casi extraña para el resto de mis propios familiares que continuaban viviendo en Chile. Soy casi una desconocida para ellos, hasta perdí el vínculo con mis amistades, los que trato de restablecer día a día. El Régimen Militar violó nuestro derecho a vivir en nuestra Patria pero no nos quitó los sentimientos depositados en nuestros corazones de chilenos, los que han crecido sin fronteras convirtiéndonos en Seres Universales, capaces de vivir en dos Patrias: la de origen y la que nos acogió. Mis ideas respecto a que tipo de sociedad nos merecemos no ha cambiado. La única sociedad justa y la que permite una vida feliz, es una sociedad socialista pero llevada a la práctica cuidadosamente e integrando a todos los grupos sociales que componen nuestro país.

Debemos aprender de los errores, debemos rescatar los buenos ejemplos y experiencias, debemos crear nuestro propio programa el que se debe ajustar a nuestra realidad e idiosincrasia.

Expreso una inmensa gratitud a aquellos Países que nos acogieron y nos dieron una oportunidad de vida. Eternamente agradecida a la gloriosa Unión Soviética por hacerme sentir un ser humano digno y merecedor de una mejor vida.

Habrá un amanecer en donde se conocerán las realidades no estudiadas del real daño de un Exilio Forzado, el que implica un sinnúmero de situaciones relacionadas con la adaptación, no sólo en la Patria que nos acogió, ¡sino también en la Patria de origen, Chile…como es el Retorno!

Pinochet y la Junta Militar pensó que desarraigando a los revolucionarios y progresistas de Chile lograría erradicar el Socialismo…creyó que permitiendo asesinar a cientos de inocentes y otros miles de desaparecidos lograría terminar con nuestros sentimientos e ideas… ¡Nada ni nadie podrá lograr esto jamás! ni por magnánimo que pretenda ser. Pasarán los años pero siempre se logrará la Justicia, una vida de Paz y comprensión entre los Pueblos del Mundo.

Revisa además una entrevista realizada a Cristina para el canal RusiaToday

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