Claudia Pérez | Memorias de exilio

Claudia Pérez | Suecia



¿CUÁLES SON LAS PRIMERAS IMPRESIONES DE SU LLEGADA AL NUEVO PAÍS?

Mis padres viajaron a Suecia el año 1978. Yo nací en Malmö el año 80 y me sentí completamente sueca hasta los 13 años que fue cuando viajamos «definitivamente» a Chile. El nuevo país para mi resultó ser Chile.

La vuelta a Chile era un tema en casa mucho antes de volver. Las conversaciones de mis padres y sus amigos se daban en un ambiente muy nervioso, misterioso y ansioso. No todos podían viajar, sólo los que aparecían en la lista. Esto, para mi gusto, parecía otra tortura más.

Según lo que escuché en muchas de esas conversaciones, Chile parecía el paraíso. Allí vivía gente amable. Los vecinos eran cariñosos y atentos entre sí. Los chilenos eran gente alegre y hacían fiesta en las calles. El calor y la comida eran también cosas que siempre extrañaban. Chile, desde mis ojos de 13 años, el año 93, parecía muy gris. Llegamos el 27 de julio del 93, pleno invierno. Conocer al familión fue la primera cachetada. La gente abrazaba y daba besos como locos y yo sin entender nada. Me costó muchísimo acostumbrarme a las camas heladas y al tener que andar con chaqueta y zapatos por la casa. No tenía idea quien vivía a mi lado y la Sra. que nos arrendó su casa llegaba sin aviso 2 o 3 veces por semana a ver en qué estábamos. Enojada entraba y se quejaba de como habíamos puesto un mueble o de como teníamos el patio.

Fue terrible entrar al colegio porque a pesar de creer que hablaba español no les entendía nada. Mi abuela Fresia me ayudaba todas las tardes a rellenar mis cuadernos con la materia que no había entendido. Discutí mucho en el colegio con compañeros y compañeras que defendían a Pinochet. Intentaba, por todos los medios, hacerles entender que las cosas no eran como les habían contado, que no era mentira que había gente que había sido torturada. Sentí que tenía las pruebas suficientes simplemente por que crecí con gente a mi alrededor en Suecia que si fue torturada, pero ellas y ellos no entendieron nunca. Mis compañeros y compañeras, pinochetistas de 13 años, me hacían sentir mal diciéndome que gracias a Pinochet yo sabía hablar 3 idiomas y había viajado tanto a mi corta edad. El colegio fue el lugar donde comprendí que esto aún no había terminado.

Tuve crisis de identidad durante mi adolescencia y hasta el día de hoy siento no tener una identidad real. Resulta muy difícil lograr entender a qué lugar perteneces.

Hoy me siento parte del mundo, tanto de allá como de acá, como tal vez de cualquier lado en el que decida vivir.

COMPARTIR ESTE TESTIMONIO EN