Carlos Corvalán | Memorias de exilio

Carlos Corvalán | Alemania



¿CÓMO FUE SU SALIDA DE CHILE?

Yo no quería salir de Chile. Fui detenido con mi hijo de 8 años camino a su colegio. Por suerte lo dejaron en la puerta de su escuela camino a Villa Grimaldi. Alejandro me dio allí la clave de qué sabían y pude armar una historia que jamás abandoné. Sesiones de 8 horas. Un mes desaparecido. En 4 Álamos pedí hablar con el presidente de la Corte Suprema y denuncié la detención de Alejandro. Me enviaron a un actuario. No hicieron nada por él. Aún está desaparecido. Muchos testigos fueron detenidos de nuevo y desaparecieron. La Vicaría me exigió salir por mi vida y de mi familia.

El 4 de Julio volé a Alemania Federal. En el aeropuerto probaban una máquina detectora de metales que había regalado la Embajada Norteamericana. Salí en las noticias de la Tele con los brazos abiertos. Mi familia no entendía que pasaba. En 4 Álamos había estudiado en la “escuela” del campamento inglés, francés e italiano, nunca soñé con alemán.  Era primera vez que salía de Chile.  Alemania estaba de verano, todo cerrado, menos la oficina de Amnesty Internacional, el Grupo Chile fue extraordinario, recepción, me instruyeron todo lo que pudieron sobre los trámites de refugio y la vida en Alemania. Viajé a Nuremberg al campamento de refugiados. Solo letreros en alemán. Conocí los palestinos que pedían asilo y que eran en casi totalidad rechazados.  Había que seguir a la gente. Pasando por oficinas sin entender nada de nada. Un funcionario americano preguntaba en inglés por qué pedías  asilo, era de la embajada. ¿por qué? Nunca supe. Me enviaron a Frankfurt a un lugar de acogida de refugiados. Me dieron una pieza. Estaba lleno de rusos, polacos, búlgaros, rumanos, y chilenos que no se conocían entre ellos y que tenían mucha desconfianza, te miraban con recelo. ¿Quién respondía por ti? ¿Qué partido te avala? Al saber mi profesión algunos a escondidas pidieron ayuda. De a poco aumentó la demanda. De a poco surgieron lazos de confianza. Lo que terminó de disipar recelos fue la llegada de mi familia a los 6 meses de mi  llegada. Nos dieron una segunda pieza al final del pasillo, pusimos un teléfono de juguete con pilas con un larguísimo cable por fuera. Yo y mi Sra. con la menor de dos años y los tres hijos en la otra pieza. Apareció la hermosa solidaridad del pueblo alemán, primero los profesores de nuestros hijos, hacían lo imposible por entendernos y ayudarnos de manera eficiente, sin invadir, sin interferir, con mucho respeto. Siempre preguntando antes de hacer. Con mucho conocimiento de Chile a través de la prensa y con unas ganas de saber enorme.

Hicimos amigos de verdad, para toda la vida. La solidaridad con Chile crecía día a día. Aprendimos a querer el país de acogida. El estado tenía organizada la ayuda social, pero no sabía detectar las necesidades reales de los que llegaban, lo que habían perdido y el significado del exilio. Fue nuestro aporte. Los chilenos sufrían por sus cambios y pérdidas, pero de a poco aprendimos que también habían cosas positivas que necesitábamos; no alemanizamos (la mayoría en sentido positivo), pero también chilenizamos a una gran cantidad de alemanes. Eso mejoró el trabajo de solidaridad con Chile y lo ha mantenido aún hoy día.

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