Bernardita Santis D. | Memorias de exilio

Bernardita Santis D. | Argentina



¿CÓMO FUE SU SALIDA DE CHILE?

1974.

Recién cumplidos nueve años, infancia arriba de los árboles y de la bicicleta que conocía de memoria el camino a la quebrada de Macul. Temprano despertar al miedo, el padre ausente por meses, un día sin nombre, salgo en auto desconocido de la casa familiar.

Allí quedó mi felicidad, mis sueños de infancia, mi familia.

Sin juguetes, sin despedidas, sin colegio, sin hablar con nadie, sin explicaciones de nada. Repentinos y seguidos viajes al aeropuerto a dejar a los hermanos mayores, dormir en un sillón de la casa de una tía extraña. Trámites con la mamá que no me hablaba, temor a todo, caminatas rápidas, fotos, huellas, visitas a sacerdotes, calles del centro, no pasar por ciertos lugares. Quise aprender a leer labios para enterarme. Nadie recordaba mi existencia, que mi cerebro aún funcionaba, que mi piel sentía. Que era una niñita nada más.

-Mañana nos vamos mijita, dijo mi madre una noche, nos vamos a encontrar a tu papá, vamos a tomar un avión…Me paré de la mesa y vomité la comida, la tía se enojó, la mamá me limpió. Nadie comentó.

Mis padres tuvieron seis hijos. Soy la menor. El hermano que me sigue tiene nueve años más que yo, por lo que siempre me trataron como hija única. Todos me cuidaban, me mimaban y mi seguridad era un océano. Mis hermanos mayores ya estaban casados y cada uno tenía un hijo, era tía a los 8 años, una hermana en la universidad de Chile, dos hermanos terminando el liceo y yo, en tercer año básico. Los domingos mi padre ponía música de Beethoven o de Bach, almorzábamos a veces doce en una mesa maravillosa y por las tardes los paseos en bici o los juegos con el barrio abrían la vida.

Dos de Abril de 1974, los últimos de la familia en salir de Chile.

La última en enterarme que estaba exiliada.

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