Alba M. Concha Vera | Memorias de exilio

Alba M. Concha Vera | Mexico



¿CÓMO FUE SU SALIDA DE CHILE?

EL ENCUENTRO

Verano del año 1971 y por primera vez en la historia  mi familia saldríamos de vacaciones.

Papá  había arrendado una cabaña en isla negra que compartiríamos con la familia de mi tío, nos turnaríamos, ellos primeros, nosotros después y nos dábamos  el lujo de irnos en auto.

Llegó el día y el Sr.  del taxi sólo conocía mi casa por lo que Papá me pidió que lo acompañara  a la casa de mi tío en la misma población unas cuadras más allá.

Yo andaba ese día con un vestido  con corte a la cadera rosado-blanco cuadrillé.

Unos minutos más tarde estaba llegando a José Matias Delgado 4113, al divisar la casa también vi algo, alguien muy extravagante, tropical afirmado al poste de la luz que separaba las dos propiedades. Un hombre, moreno de mediana altura, cuerpo atléticamente formado  y entero vestido de blanco. Reaccioné y supe que ese personaje no era oriundo de esta población social o  étnica. Le pregunté al tío y  confirmó mis sospechas dándome la explicación que  era un grupo de brasileños, pero nada más.

Fuimos y volvimos de nuestras vacaciones. Un tiempo después murió el suegro de ese tío y apareció esa noche del velorio con éste su nuevo amigo, al abuelo  lo estaban velando  a dos casas  de la mía dónde vivía una de las hijas, cuñada del tío. En esa oportunidad nuestras miradas fueron de  interés mutuo e incluso ya no podíamos evitarnos llegando a  acercarnos y saludarnos en un estrecho, caluroso abrazo. De ahí en adelante sus visitas fueron  frecuentes, mi Padre  muy interesado en éste espécimen raro que hablaba un idioma no muy entendible. Yo no me preocupaba en disimular la tormenta hormonal causada por sus visitas.

De uniforme escolar, como cualquier jovén de mi edad y  con las preocupaciones propias de estar cursando el último año de la enseñanza media e inscrita ya para rendir la prueba A.A

Lo inusual de mi situación es que  en uno de mis dedos de la  mano derecha llevaba una argolla de plata con diseño exterior y grabación en su interior, decía: Otacilio da Silva Pereira 2/3/73.

Si con la presencia de algunos familiares (mi padre, por mi parte) y de una amiga (por su parte) habíamos contraído matrimonio civil en la oficina de registro correspondiente a nuestra dirección.

Tiene que haber sido un día de semana pero  la fiestoca fue de seguro un fin semana,  no me recuerdo detalles pero parece que fue en grande pues jóvenes  conocidos de la familia tocarían en vivo, de batería y todo,  a parte de la música envasada que dio todo lo que pudo hasta el “agotamiento” extremo  llegando a echar humo allá  por las tantas de la madrugada.

Los días pasaron inseguros agitados hubo el tanquetazo, nos empezamos a preocupar, mejor dicho Otacilio se asustaba, el tenia la experiencia de haber pasado por el golpe en su país natal, Brasil.

Veía los acontecimientos con otra perspectiva, pasaban los días y la inquietud se volvió casi certeza de que algo pasaría y llegó el día, ese desgraciado día que truncó muchas vidas.

EL GOLPE MILITAR 11 DE SEPTIEMBRE 1973.

Yo camino al liceo y Otacilio camino a su trabajo en SOCORA dependencia del  ministerio de agricultura en paseo Bulnes.

Cada uno de nosotros se movilizo como pudo púes el transporte, micros, no se las veía con mucha frecuencia, nos juntamos en casa (en zona sur-poniente de la ciudad) al atardecer, asustados e incrédulos aún de lo  sucedido. Me preguntó si había escuchado la radio y los bandos donde pedían a todos los ciudadanos no chilenos se presentaran ante las autoridades, se entregaran, me explico que probablemente según se fuera viendo el día a día tendríamos que escondernos y tal vez salir del país. Su situación particular de haber llegado a Chile como refugiado político, directo de la cárcel brasileña en un grupo de 70 compatriotas canjeados por embajador suizo, los hacía estar en las listas de los indeseables para la junta militar. Muchas de estas personas ya habían tomado caminos diversos para salvar su pellejo, dormíamos en diferentes casas cada noche, nos despedíamos de Papá sin saber que sucedería  durante el día después de levantada el toque de queda, me recuerdo haber pasado en varios departamentos, casas ,  no conocía a nadie, hablábamos muy poco, yo no estaba aún acostumbrada al portoñol de los brasileños en Chile, uno de esos días en que íbamos y veníamos, me dijo Otacilio que trataríamos entrar a la embajada de México. Lo intentamos y lo hicimos, yo no muy  convencida  y consciente del significado de la palabra “asilo” ni mucho menos lo que  la cruda  realidad me mostraría en esos largos años de exilio. Bueno ,estábamos parados frente a una casa con antejardín grande ,puertas de barras de metal ,que parecían pesadas había un centinela que impedía o debería justamente impedir que cualquier persona llegara a las cercanías de esa puerta, éste estaba en una de las esquinas del pasaje, al vernos personal de la embajada  preguntó si queríamos entrar, a lo que Otacilio respondió que si en una fracción de segundos saltamos una pequeña acequia de riego, (donde yo metí la pata)para llegar cojeando hasta la puerta de metal ,justo cuando el vigilante viene corriendo hacia nosotros entramos a la embajada ,allí a salvos se acercaron algunas personas y nos condujeron a la entrada de la casona ,Otacilio encontró allí a muchos de sus coterráneos y le preguntaban por fulano o mengano. Eso debe haber sido tres o cuatro días después del golpe y ya en las dependencias, los cuartos, escaleras el balcón que daba hacia el patio albergaban a mucha gente que te saludaban y palmoteaban la espalda cuando pasabas en busca de un rincón donde te, descansar, recopilar, y “masticar” lo que había sucedido. Cada uno que llegaba venía con noticias  de lo que afuera de los muros protectores sucedía.  Así pasaron varias semanas, las personas se organizaban para preparar comida , lavar la loza ,distribuir los espacios para dormir, los colchones, ropa de cama, algunos habían sido muy precavidos y trajeron sus artículos personales, maletas con sus ropas ,pero la mayoría como nosotros venían con lo puesto. Aparte de los problemas domésticos  estaban las otras situaciones más complejas, ser registrado por personal diplomático con tus datos y pasarte a la lista de los refugiados en esa embajada que después iría a parar al ministerio de relaciones exteriores o algo parecido donde se  solicitaba el salvoconducto para salir del país. Me sentía como pájaro en jaula ajena, nadie me conocía yo no conocía a nadie.asi pasó el tiempo, semanas Otacilio analizando la situación  con sus conocidos y yo intentando entender lo que se pudiera entender de mi presente ,hasta que llegó mi permiso para abandonar el país pero solo el mío del permiso de Otacilio nada, no sé cómo se dieron las cosas de pronto me vi en una fila india escoltada por militares camino a un avión, yo los había visto de cerca vivíamos cerca del aeropuerto de cerrillos pero ni tenía idea como era un avión por dentro, estaba sentada al lado de una pareja joven de uruguayos ,creo. No sé ,ni cuanto duró el viaje pero llegamos a otro lugar donde salimos igual como habíamos entrado al avión en fila india pero esta vez, nos saludaban, ponían micrófonos cerca y pedían hacer declaraciones de la situación en Chile.

Yo apenas reconocía mi situación de haber abandonado mi país , mis raíces, mi padre, mi casa, mi cama ,mis cuadernos, mi uniforme escolar ,mi  esposo,  no tenia , no podía reaccionar ni menos hacer una evaluación de la situación política del país , miré al periodista y levanté los hombros, como pidiendo disculpas. Continuamos en fila , llegamos a un hotel  donde nos esperaban con comida y ropa limpia ,no recuerdo en qué orden pero pudimos  recuperar alguna decencia física , lavarnos , ducharnos, nos pusimos lo mejor que pudimos con todo lo que te imaginas para tus necesidades diarias, desde calzones hasta pulseras regaladas por gente solidaria de éste país. Todo todo era nuevo para casi la totalidad del grupo donde yo era una más del lote. Al mismo tiempo que hacíamos incursiones en el nuevo lugar que resultaba ser una de las urbes más significativas en nuestra cultura latinoamericana, nada más y nada menos que CIUDAD DE MEXICO DF. México lindo y querido. A metros de distancia del Sócalo o plaza de armas de ésta ciudad. Recibíamos noticias de los movimientos con los refugiados allá en la embajada en Santiago de Chile, hasta que llegó el día en que nos volvimos a encontrar con mi esposo Otacilio Pereira da Silva o Otacilio da Silva Pereira según el gusto o ley del país de residencia(apellido paterno o materno primero según legislación. Bueno la familia reunida, nueva etapa, al hotel llegaban connacionales que querían manifestar su solidaridad o que buscaban algún conocido que trajeran noticias de personas(amigos, familiares)  buscadas en Chile, éramos tantos en diferentes hoteles , hicimos algunos “buenos amigos”  en esas vueltas , el estado de México también tomaba la tarea de encaminar a  los refugiados otros países, así fue llenamos una solicitud para continuar viaje y seria a las lejanas y absolutamente desconocidas tierras de Europa central, Alemania exactamente a la Republica Democrática Alemana

(RDA). Se nos engrifó la piel al obtener respuesta positiva, fuimos aceptados, partimos de México en diciembre, el avión  era ésta vez más grande, más imponente, mucha más gente y nosotros ya con equipaje y todo, no se sí el más apropiado, pero equipados y dispuesto a lo que se viniera, sabíamos del frio, de la lejanía, del idioma, pero ya estábamos en el baile había intentar bailar en más……..Era un boing de la KLM, tremendo ni que avión, su primer escala fue Amsterdam dificultadas para aterrizar ,pista congelada ,lisa, tuvimos problemas y permanecimos más tiempo del estipulado por causa del tren de aterrizaje, nos hicieron descender, al poner el pie en el suelo supimos lo que significaba el frio , los  grados bajo cero, lo resbaladizo de la loza…….caramba era difícil mantener el equilibrio. Después de largas horas de vuelo llegamos ,no recuerdo a que ciudad, pero tuvimos que hacer una combinación  en tren para llegar a Berlín oriental, donde éramos esperados,  me recuerdo si que nuestra única gran preocupación era llegar a Berlín de la RDA porque si nos equivocábamos estaríamos “fritos”, nuestros conocimientos del idioma alemán no nos ayudarían en mucho, de las películas nazis que había visto sólo sabía “Achtung, Hei Hitler”.

Llegamos entonces a Berlín, nos esperaban unos uniformados y nos explicaron que seriamos recibidos en un albergue a las afuera de la gran ciudad.

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